viernes, 12 de agosto de 2016

Descansar, de uno mismo

Descansar, de uno mismo
            Un verso de Gamoneda, «…si tu riqueza fuese tu cansancio, aceptarías respirar, descansarías de ti mismo», procedente de su libro Descripción de la mentira, me ha dado la pista de lo que quería escribir aprovechando este verano y a lo que invita: al descanso.
            Ocurre que asociamos descanso al trabajo, aunque sospechamos que también descansamos de los otros. Propongo pensar que el descanso de verdad es el que procede de descansar de ese personaje que nos acompaña a todos lados durante todo el año, como una sombra, con sus bobadas, sus frases hechas, sus repeticiones cansinas, sus torpezas y ensoñaciones malévolas. Ese personaje que nos agota y del que estamos hartos, no es otro, seguramente, que ese Otro que va con cada uno de nosotros. Acaso entonces, de descansar, podríamos intentar descansar de nosotros mismos. Todos, salvo claro, los enfermos de amor propio, siempre encantados de haberse conocido. 
            Ahora bien, ¿cómo se hace eso de descansar de uno mismo? Porque por ejemplo Fernando Pessoa fue rotundo: «Nunca desembarcamos de nosotros mismos». Pues lo intentamos viajando muy lejos, modificando usos y hábitos, o vistiéndonos de otro modo, tratando de cambiar y ser durante unas semanas otro para nosotros mismos, imaginando que no somos quienes somos en la monótona vida diaria que llevamos repleta de días francamente olvidables. Y nos lanzamos a conocer ciudades, a dejar pasar las horas sin hacer nada, o a leer mucho tratando de vivir días inolvidables.
            Ese respiro de la labor, de los otros, del paisaje de cada día, parece fácil en estas fechas de descanso veraniego. Lo que resulta más difícil de aceptar es que logremos olvidarnos de nosotros mismos, esto es, deslocalizarnos subjetivamente. De hecho para tomarnos un respiro temporal, unas vacaciones de nosotros mismos, solemos camuflarnos con otros ropajes, cambiando horarios, transformándonos por unos días, tal y como hacen esas personas que cambian constantemente: de pareja para ser siempre el desconocido de la siguiente, de ciudad para ser los estupendos del momento, y de trabajo para ser la estrella fugaz. 
            La experiencia dice que sin una mutación subjetiva, sin una operación a gran escala de rectificación subjetiva, la repetición triunfa. Y tarde o temprano acabamos imitándonos, repitiéndonos. Entonces, agotados de nosotros mismos, hartos de recorrer los mismos circuitos, de ser de nuevo poco originales (igual de ansiosos, de cansinos, de miedicas), buscamos alejarnos de nuestro territorio, y desconectar. Noble empeño.
            De nuevo Gamoneda, mismo libro: «Yo en tu lugar mentiría más dulcemente».

Publicado En DIARIO PALENTINO el jueves 11 de agosto de 2016
            


No hay comentarios: