viernes, 19 de agosto de 2016

Viajar por viajar



            Cuando Roberto L. Stevenson escribe sobre viajes (Viajar, ensayos sobre viajes, recopilación reciente) dice que «no está dispuesto a justificar sus placeres». Esa rotunda afirmación justifica que como amantes del viaje, ante todo amemos viajar por viajar.
            Stevenson había pedido una simple información para recorrer la costa inglesa paseando y le habían desanimado de ir por determinado sendero, argumentando que allí no había nada que ver. Pero al gran viajero le da lo mismo un sol monótono, que «la contienda de los elementos sobre el Mont Blanc», y aprovecha para alertar de esa «vieja mentira, trillada y cansina» de que en determinado sitio “no hay nada que ver”.
            Claudio Magris en El infinito viajar afirma que hay dos tipos de libros que un viajero puede llevar consigo: «los escritos por autores que expresan el genius loci, que lee para comprender mejor la realidad desconocida en la que se adentra, y los escritos por autores llegados desde lejos sabiendo poco, como él mismo, sobre aquellos lugares y que lee para comprender cómo los miraron otros por primera vez».
            Por consiguiente, formar parte de una comitiva viajera que camina al unísono, y mira “lo que hay que ver”, y en los lugares acostumbrados, lleva consigo la pérdida del placer de viajar por viajar.
            El viaje en sociedad nos acerca al gregarismo, y aunque fomenta el lazo social, también la experiencia dice que rompe el lazo de amistad y es una dura prueba para el lazo de pareja, pues se diría que el discurso de los acompañantes rompe la magia del viaje. Tengo para mí que en demasiadas ocasiones viaje y grupo social son un oxímoron. O al menos, si se viaja en grupo ha de aceptarse una pérdida del placer de viajar por viajar. Es seguro que los grandes viajes los hicieron solitarios. Me viene a la memoria el de Jesús Torbado en los setenta por Tierra de Campos castellanos, glosado en su legendario libro Tierra mal bautizada, cuando a pie y con mochila recorre los pueblos de nuestra tierra.
            Después de haber narrado sus viajes como periodista, como mochilero, como reportero de guerra, al final de su libro La aventura de viajar, Javier Reverte escribe que los jóvenes periodistas le preguntan a menudo ¿cuál ha sido el mejor de sus viajes? Entonces el escritor contesta: «El mejor de los viajes es el próximo».
            Viajar por viajar es tanto como decir viajar por placer, a sabiendas de que el mejor viaje siempre está por llegar.
           

 PUBLICADO EN DIARIO PALENTINO el jueves 18 de agosto de 2016

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