viernes, 20 de diciembre de 2013

Náufrago social



                                          

            Dice Eutimio Martín, nuestro escritor de Fromista, catedrático emérito en Aix-en-Provence, al que acaban de publicar El 5º Evangelio (Aguilar, 2013), acerca de la obra de Federico García Lorca, que el poeta, uno de los mejores de todos los tiempos, fue un náufrago social. Afirma que se sintió identificado con la pintora María Blanchard debido al estigma social que ambos padecían.
            Sufrir la losa del estigma social supone una de las mayores injusticias colectivas. Que alguien piense diferente, goce diferente, vista diferente, tenga un cuerpo diferente, un color de su piel distinto, o una adscripción social determinada, -alta, baja o mediopensionista- y que eso sea motivo de prejuicio, marginación, de señalamiento, de burla o de ostracismo da bien cuenta del nivel moral de una sociedad que firma derechos humanos para nunca cumplir. Y de lo que duele la libertad.
            Es por eso que muchas más personas de las que suponemos a simple vista o que aparecen en las encuestas, viven en sociedad permanentemente aislados. Náufragos sociales es una sabia definición. Un náufrago que ha perdido el barco del lazo social, y que aunque se pasea entre las calles, no encuentra a nadie que le tienda la mano para subirse de nuevo al escenario.
            Nuestros náufragos, secretos, van aumentando en momentos de dificultad.
            Y lo preocupante del asunto no lo constituye el hecho de que las personas que pueblan la marginalidad, las bolsas de pobreza, niños de familias desestructuradas, puedan recibir ayuda, pues los servicios sociales, las redes de solidaridad ya los tienen identificados. Lo grave es la lista anónima de náufragos sociales. Personas que han ido aflojando poco a poco el nudo que los mantenía unidos a los otros, y se encuentran navegando sin ayuda, solos, decididamente perdidos.
            Cuando están solos, aislados en medio de la ciudad, por infatuación, por exceso de yo, porque se creen superiores, entonces dejémoslos que la corriente les lleve al puerto escogido libremente por ellos, el de la soledad del infatuado, y nada de despistarlos. 
            Pero cuando están solos, aislados en medio de la ciudad, por debilidad, por imposibilidad de comunicarse, de atreverse a decir lo que sienten, o bien por temor a la burla, o por su discapacidad, o por el cambio que en sus vidas han ido experimentando a raíz de algún acontecimiento traumático o desbordante, entonces es urgente que alguien se atreva a detectar su naufragio, y hacer lo que hay que hacer. Etiqueta diagnóstica muy fina, (gracias Eutimio, vecino ilustrado palentino en la diáspora) ésta de naufragio social.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 19 de diciembre de 2013.
            

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