Dice Eutimio Martín, nuestro
escritor de Fromista, catedrático emérito en Aix-en-Provence, al que acaban de
publicar El 5º Evangelio (Aguilar,
2013), acerca de la obra de Federico García Lorca, que el poeta, uno de los
mejores de todos los tiempos, fue un náufrago social. Afirma que se sintió
identificado con la pintora María Blanchard debido al estigma social que ambos
padecían.
Sufrir la losa del estigma social
supone una de las mayores injusticias colectivas. Que alguien piense diferente,
goce diferente, vista diferente, tenga un cuerpo diferente, un color de su piel
distinto, o una adscripción social determinada, -alta, baja o mediopensionista-
y que eso sea motivo de prejuicio, marginación, de señalamiento, de burla o de
ostracismo da bien cuenta del nivel moral de una sociedad que firma derechos
humanos para nunca cumplir. Y de lo que duele la libertad.
Es por eso que muchas más personas
de las que suponemos a simple vista o que aparecen en las encuestas, viven en
sociedad permanentemente aislados. Náufragos sociales es una sabia definición.
Un náufrago que ha perdido el barco del lazo social, y que aunque se pasea
entre las calles, no encuentra a nadie que le tienda la mano para subirse de
nuevo al escenario.
Nuestros náufragos, secretos, van
aumentando en momentos de dificultad.
Y lo preocupante del asunto no lo
constituye el hecho de que las personas que pueblan la marginalidad, las bolsas
de pobreza, niños de familias desestructuradas, puedan recibir ayuda, pues los
servicios sociales, las redes de solidaridad ya los tienen identificados. Lo
grave es la lista anónima de náufragos sociales. Personas que han ido aflojando
poco a poco el nudo que los mantenía unidos a los otros, y se encuentran
navegando sin ayuda, solos, decididamente perdidos.
Cuando están solos, aislados en
medio de la ciudad, por infatuación, por exceso de yo, porque se creen superiores, entonces dejémoslos que la
corriente les lleve al puerto escogido libremente por ellos, el de la soledad
del infatuado, y nada de despistarlos.
Pero cuando están solos, aislados en
medio de la ciudad, por debilidad, por imposibilidad de comunicarse, de
atreverse a decir lo que sienten, o bien por temor a la burla, o por su
discapacidad, o por el cambio que en sus vidas han ido experimentando a raíz de
algún acontecimiento traumático o desbordante, entonces es urgente que alguien
se atreva a detectar su naufragio, y hacer lo que hay que hacer. Etiqueta
diagnóstica muy fina, (gracias Eutimio, vecino ilustrado palentino en la
diáspora) ésta de naufragio social.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 19 de diciembre de 2013.
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