jueves, 7 de noviembre de 2013

Per dare fastidio

                                          Per dare fastidio


El ejemplo más reciente, ayer. Un ministro retiraba las becas Erasmus, el tramo estatal, para verse obligado más tarde a retirar su retirada. En el medio la perplejidad de los estudiantes ‘erasmus’, que no daban crédito. Sólo se había conseguido incomodar, molestar.

La ideología burocrática, en manos de obsesivos, más o menos patológicos, proclama que no debe haber falta no recubierta por una norma, un decreto, un reglamento. La vida debe ser regulada hasta en sus más ínfimos detalles. El burócrata vive obsesionado con lo incierto, con lo imprevisto, es decir con la alegre sorpresa que vehicula el deseo que posibilita sentirnos vivos, y fracasar, cada uno a su estilo. Se calma algo si todos quedamos petrificados, congelados, obedientes servidores de un orden cartesiano puntual a lo Königsberg, limpio.

Este buen neurótico, cuando gobierna, primero ha de molestar. Y su verbo se llena de sintagmas que contienen sacrificio, esfuerzo, firmeza, obediencia, cumplimiento. Son palabras gruesas, ya lo ve el lector, cuando se colocan en serie, cuando podemos desenmascarar lo que subyace en la acción política supuestamente objetiva y bien intencionada. Molestar, incomodar, poner en aprietos, advertir. Este año el ministro no ha podido sustraer lo dado, (fastidiar del todo) a nuestros jóvenes estudiantes embarcados en la aventura europea. Otros más proclives a histerizarse, esto es a volverse sensibles al deseo del Otro, que en este caso es la opinión pública, le empujaron a dar el paso hacia su consumo como político ya muerto, amortizado. Pero ya está lanzado el aviso, y en el futuro el Estado no dará becas Erasmus. Y al amortizado le sucederá otro ejemplar de la misma o parecida enseña que cumplirá el encargo burocrático del momento. Que será, como siempre, someter a suplicios renovados al querido ciudadano, como hace el obsesivo cotidiano en su vida privada con sus seres más cercanos, no poder dejar de pensar en la forma de fastidiarlos. No poder evitar es su lema.

Ese buen neurótico, cuando gobierna, tras molestar, debe borrar con el codo lo que escribe con la mano. Primero una afirmación, después una negación y al final negar la negación. Es su circuito. Y se cree sabio porque rectifica.

Ese buen neurótico, cuando gobierna, dice que se sacrifica por los demás, que somos su Otro, y que trata de que no nos falte de nada. Ocurre que si nos falta la falta, pereceremos en el mortal aburrimiento que supondría cumplir con todas y cada una de las exigencias de la burocracia estatal.
Como sabe que el ciudadano trata siempre de escapar de los reglamentos, le resta únicamente lo que en italiano se expresa como per dare fastidio. Y a nosotros seguir a lo nuestro.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves día 6 de noviembre de 2013.



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