jueves, 31 de octubre de 2013

Halloween

                                           
Hoy es la noche de Halloween, una noche diferente. La verdad es que desde hace años le tengo cariño a esta costumbre. Los detractores no paran de mofarse de lo que consideran una intromisión foránea, una invasión cultural trasplantada desde otras latitudes y que ha penetrado a través de la televisión, a quien consideran un gadget malévolo por el que entra lo peor de lo peor.

Vistas así las cosas los forofos de lo autóctono reclaman la jota castellana, el folklore de aquí, la matanza anual. Y la verdad que el culto a la cebolla, a la alubia, a la lenteja, a los pimientos…abren nuestra prensa diaria, reflejando así este culto a nuestros objetos orales, a lo que comemos. Un día deberíamos reflexionar el por qué tanto culto a los productos de la tierra, por qué nos detenemos tanto en ese punto, hasta el punto de que lo llevamos a portada de nuestros periódicos.

Pero hay que decir que es imposible poner puertas al campo, y que la cultura siempre ha sido intercambio: un poco de allí, un poco de allá, una mezcla con lo nuestro. Cultura es todo, todo lo que no es naturaleza. Eso quiere decir que sin saberlo ejecutamos al día muchas rutinas, prácticas, usos que no son sino costumbres importadas de otros lares.

Ocurre que preferimos pensar que lo mejor es lo que hicieron nuestros antepasados que vivieron a pocos kilómetros de nuestra casa natal, y nos cuesta reconocernos en seres humanos lejanos del perímetro de nuestra casa natal.

Sin embargo, los más jóvenes se han incorporado a esta tradición celta, que desde Irlanda viajó a los USA. Veo estos días a adolescentes expectantes con el truco a trato, su disfraz y la magia especial de esta noche de brujas.

De las tradiciones de esta noche, el ingenioso truco o trato que tanto gusta a los adolescentes, los disfraces que tratan de alejar los miedos ancestrales, las bromas que aportan humor a lo que nos cuesta sobrellevar, ir al cine a ver películas de terror y sentir así la excitación amable de la temida angustia ante lo peor, prender hogueras para quemar aquello de lo que nos queremos alejar, leer historias de miedo que pudieran evitarnos el encuentro con los miedos cotidianos…de todo ese repertorio posible de Halloween, encuentro genial lo de visitar casas encantadas.

Visitar una casa encantada y aún más, esperar una infestación, supone fantasear con que aún existen casas encantadas. Necesitamos salir de lo rutinario, ser otro para nosotros mismos, encontrar días distintos, volver a encantarnos.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 31 de octubre de 2013.








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