Los franceses denominan rentrée a la vuelta al trabajo tras las
vacaciones veraniegas tanto como a las novedades literarias que se esperan. Y
en nuestro solar patrio bastante de nuestras aspiraciones narrativas, a falta de que algún día esperemos con fruicción la
salida de tal o cual libro, estaban volcadas en la elección de Madrid como sede
de las Olimpiadas del verano de 2020. Era nuestra rentrée, dado que hace ya tiempo que estamos más volcados en el
deporte que en la literatura.
Pero el batacazo español también
produce lecturas. La decepción de las posibilidades que como sociedad tenemos
parecen haberse manifestado solemnemente en el gráfico ejemplo de los discursos
finales de nuestros políticos y deportistas ante el COI. Con la excepción del
Príncipe que demostró estar a la altura, el resto parece necesitar un mínimo
consejo: hay que saber a quién nos dirigimos, quién es nuestro interlocutor,
con quién conversamos.
En realidad se ha puesto mucho más
énfasis en la riqueza idiomática de nuestros representantes, pero no pienso que
eso sea lo más grave, siéndolo. Manejar la escena, no hacer performance, usar correctamente el
tonema, no gritar, manejar los tiempos, no leer…todo ello brilló por su
ausencia para regocijo del humor twittero
español.
Se sabe que en ocasiones es la
propia cárcel narcisista lo que impide al sujeto infatuado, pagado de sí mismo,
entablar relación con el otro, llegar a su fibra sensible, emocionar, puesto
que el exceso de amor por la propia imagen impide reconocer al otro y tratar de
entenderlo. Pero otras veces es el temor, el miedo simple y llano, los famosos
nervios, quienes visitan inoportunos en el instante de hablar en público.
Creo que el otro día en Buenos Aires
nuestra delegación recibió la visita inoportuna de un Narciso nervioso. Hubo
tics de prepotencia, tics de desconocimiento de la lengua del otro, tics de
infatuación. Guiños que parecen ir en nuestro ADN colectivo, pues ese defecto
español de ir de sobrados, de tratar con altanería al de al lado, de creerse
más de lo que en realidad se es, de ir con un yo de capitán general con mando en plaza, viene siendo una
constante histórica española.
De ahí que la mayor parte de los
comentarios posteriores han sido reflejar lo poco que queremos mirar la imagen
que los otros países tienen de nosotros, creyendo que con la imagen que tenemos
de nosotros mismos nos es más que suficiente. Pues va a ser que no.
Un baño de descompletud narcisista
nunca viene mal. Por cierto, no está mal que nuestra vuelta comience con una
severa derrota, con un palo a nuestro ego colectivo. Un fracaso puede ser
edificante para no morir de éxito. Si se sabe perder.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 11 de septiembre de 2013.
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