jueves, 12 de septiembre de 2013

Nuestra vuelta



                                              

            Los franceses denominan rentrée a la vuelta al trabajo tras las vacaciones veraniegas tanto como a las novedades literarias que se esperan. Y en nuestro solar patrio bastante de nuestras aspiraciones narrativas, a falta de que algún día esperemos con fruicción la salida de tal o cual libro, estaban volcadas en la elección de Madrid como sede de las Olimpiadas del verano de 2020. Era nuestra rentrée, dado que hace ya tiempo que estamos más volcados en el deporte que en la literatura.
            Pero el batacazo español también produce lecturas. La decepción de las posibilidades que como sociedad tenemos parecen haberse manifestado solemnemente en el gráfico ejemplo de los discursos finales de nuestros políticos y deportistas ante el COI. Con la excepción del Príncipe que demostró estar a la altura, el resto parece necesitar un mínimo consejo: hay que saber a quién nos dirigimos, quién es nuestro interlocutor, con quién conversamos. 
            En realidad se ha puesto mucho más énfasis en la riqueza idiomática de nuestros representantes, pero no pienso que eso sea lo más grave, siéndolo. Manejar la escena, no hacer performance, usar correctamente el tonema, no gritar, manejar los tiempos, no leer…todo ello brilló por su ausencia para regocijo del humor twittero español.
            Se sabe que en ocasiones es la propia cárcel narcisista lo que impide al sujeto infatuado, pagado de sí mismo, entablar relación con el otro, llegar a su fibra sensible, emocionar, puesto que el exceso de amor por la propia imagen impide reconocer al otro y tratar de entenderlo. Pero otras veces es el temor, el miedo simple y llano, los famosos nervios, quienes visitan inoportunos en el instante de hablar en público.
            Creo que el otro día en Buenos Aires nuestra delegación recibió la visita inoportuna de un Narciso nervioso. Hubo tics de prepotencia, tics de desconocimiento de la lengua del otro, tics de infatuación. Guiños que parecen ir en nuestro ADN colectivo, pues ese defecto español de ir de sobrados, de tratar con altanería al de al lado, de creerse más de lo que en realidad se es, de ir con un yo de capitán general con mando en plaza, viene siendo una constante histórica española.
            De ahí que la mayor parte de los comentarios posteriores han sido reflejar lo poco que queremos mirar la imagen que los otros países tienen de nosotros, creyendo que con la imagen que tenemos de nosotros mismos nos es más que suficiente. Pues va a ser que no.
            Un baño de descompletud narcisista nunca viene mal. Por cierto, no está mal que nuestra vuelta comience con una severa derrota, con un palo a nuestro ego colectivo. Un fracaso puede ser edificante para no morir de éxito. Si se sabe perder. 

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 11 de septiembre de 2013.

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