martes, 3 de abril de 2012

Tímidos muy atrevidos


Es tanta y tanta gente la que se define como tímida, que ya no se sabe quien es de verdad y quien de impostura. Ocurre que la timidez acompaña nuestras vidas, puesto que tarde o temprano encontramos las personas que consiguen intimidarnos.

De todas las timideces siempre me pareció fascinante la del adolescente. La considero la más auténtica y la que demuestra en vivo y en directo que la timidez no tiene nada que ver con la genética ni con el cerebro, sino con el lenguaje social, con ese encuentro con el Otro y su deseo que tan determinante es en nuestros vidas. Esos primeros encuentros con los demás, y ese arrebatarnos o no nuestros deseos, esa peculiar manera de situarnos subjetivamente ante su mirada, ese lenguaje silencioso que un niño sabe captar desde muy pronto marca el destino de lo que será el pudor, la vergüenza, y el ser o no timidos.

Pero el adolescente está tan perplejo con sus revueltas internas que cualquiera puede intimidarlo, de ahí que esconda sus manos, que mire hacia abajo, que busque refugios donde esconderse junto a sus pares e incluso que pueda desaparecer por un tiempo. Es tanto el desorden que tiene que transportar, que la burla entre ellos está a la orden del día, que es tanto como burlarse de sus propios desconciertos.

Y lo curioso del tímido es que, en una salida hacia adelante, puede llegar a ser muy atrevido. Estos personajes tímidos tan atrevidos no sólo aparecen en la literatura, -estoy fascinado estos días con Adriá, un personaje niño/adolescente, atrevido tímido, siempre acompañado eso sí de Águila Negra y del sheriff Carson, creación de la novela 'Yo confieso'-, sino que en la vida real el tímido o tímida puede llegar a atreverse con todo.

En cuyo caso, ojo con estos retraídos, que son un enigma, y pueden llevarse por delante la calma chicha. Nada más agitado que el laberinto del tímido. Para evitar las mil cosas que quiere evitar el tímido, especialmente someterse a la mirada invisible de un Otro, que no existe, es capaz de llevarnos por los circuitos más extraños con tal de no ser mirado.

Es efectivamente central para el buen tímido escapar a ser mirado. Lo que desconoce es que todo el mundo mira, y que la mirada empieza por el propio sujeto. Hay que atreverse a mirar.


Publicado en DIARIO PALENTINO, el miércoles 28 de marzo de 2012.

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