lunes, 26 de marzo de 2012

Elegir o vivir


Una de las grandes lecciones que nos dan los adolescentes de hoy es que su posición subjetiva pasa por elegir. Saben que tendrán siempre múltiples opciones. Lo optativo ha pasado a ser ley, y se impone como más seductor que lo obligatorio. Contemplar varias hipótesis, no elegir ninguna de manera clara, pero probar todas, es el punto central de su auténtica posición. El problema gordo es que tanto elegir y elegir lleva mucho tiempo, ocupa el tiempo que antes se destinaba a vivir.

Viviamos una pasión amorosa. No doscientas. Viviamos una profesión, no las decenas de posibilidades que se anuncian van a ocupar una vida. Viviamos una ciudad, no una docena. La vida era cierta desde la cuna, se heredaba el oficio de los padres, la ciudad, las amistades.

El 'pruebelo' y si no está satisfecho, devuelvalo, es un lema de los tiempos. Hasta vemos que la elección del niño a adoptar puede dar marcha atrás, y se puede desadoptar, lo que se llaman adopciones fallidas. Por las mismas se elige una pareja, y si la cosa no marcha, no pasa nada, se elige otra. Así las cosas, siempre se podrá ser el desconocido de la siguiente. Y en ese elegir, unos y otros nos situamos como en un gran zoco a la espera de ser elegidos por el capricho del siguiente. La lista de gentes que nos cuentan haber probado múltiples actividades, varios idiomas, diversos estudios, al cual más dispares, o diferentes tratamientos para el cuerpo, la mente y lecturas que no finalizan nos ponen en la pista del mundo de lo optativo, de las sin fin posibilidades que los mercados nos ofrecen. ¿La oferta nos está enriqueciendo?, ¿nos hace más libres?, ¿más prestos al servicio de los demás? No sé, no sé.

Es normal hoy contemplar debatirse a sujetos que no saben a qué mujer escoger, a qué hombre señalar con el dedo, qué carrera cursar, dónde vivir y con quién, en qué gastar lo que no tienen, y qué hacer en el próximo verano o en el otro.

Y entre cuita y cuita, el reloj sigue su marcha inexorable.

Al fin y a la postre, se suplica que alguien de afuera sea quien decida por mi, cuando ya no se puede aguantar más la indecisión y la incertidumbre, y así la nómina de consejeros aficionados crece sin parar.

Con este panorama, nadie más feliz y admirado, hoy, que el pasota.

El problema de lo obligatorio, hoy de mala prensa, era que nos igualaba a todos en la no elección. Y que optar ocupa tanto tiempo en nuestra cabeza, que ya no tenemos tiempo para vivir.


Publicado en DIARIO PALENTINO EL JUEVES 22 DE MARZO DE 2012.

1 comentario:

extodo dijo...

El deseo se agota, era un potente chorro y ahora es un difuso spray.
¡Ay! liviandad, que cómoda e ingrata eres.