miércoles, 9 de noviembre de 2011

Terminachos

Lacan usaba ‘terminachos’, al decir de Octavio Paz. No me esperaba eso del Nobel, la verdad. Pero la publicación de sus Cartas a Tomás Segovia, (1957-1985) por FCE en el año 2008, me dieron entonces de bruces con una carta que Paz le enviara a Tomas Segovia el 10 de enero de 1975 desde Cambridge.
En ella, para mi asombro, le dice: «Me entristece de veras saber que todavía caminas por los corredores de la traducción. Entre los tibetanos hay un cielo y un infierno para los traductores. Tú te irás al primero. Aunque no estoy tan seguro: muy bien traducir a Baudelaire, Rimbaud, Ungaretti; menos bien a Lévi-Strauss o a Jakobson, muy mal a Lacan (¿por qué y para qué?)...»
Pues hoy, ocho de noviembre de 2011, cuando recibimos la noticia del fallecimiento de Tomás Segovia, podemos responder a Octavio Paz. Tradujo a Lacan para brindarnos, –a los miles y miles de lectores de Lacan dispersos por el mundo, desde Argentina a Francia, pasando por Galicia, Castilla, o Andalucía– la ocasión de disponer de una traducción elegante y precisa.

La carta continúa con una recomendación: «Sacúdete esos terminachos que se te han pegado durante estos años de mauvaises fréquentations linguistiques et lacaniennes». Desconozco si Tomás Segovia pudo desprenderse de su encuentro con los autores que tradujo. Sé, como todo lector de Lacan, como finaliza su “Nota del Traductor” del comienzo de los Escritos: «En cuanto al doctor Lacan, si entonces insistí en la importancia del esclarecimiento que recibí, tan generosamente, de su erudición y su inteligencia, no puedo dejar ahora de añadir a aquél un homenaje suplementario a su interés, su paciencia y su laboriosidad, y una expresión más de gratitud por sus memorias de lo que me atrevo a llamar amistad».
Mejor entonces que Tomás Segovia no hiciera mucho caso a Octavio Paz, que iba de mentor en sus cartas. Por nuestra parte, nosotros, los lectores de Lacan, ya no podemos pasarnos muchos días de nuestra vida sin la compañía de los Escritos de Lacan, y desde hoy, sin reconocer en las siglas TS, en las NT, Notas del Traductor de dichos Escritos, la sonrisa burlona del poeta que escribiera Bandera:
Mi tienda siempre fuera de los muros. Mi lengua aprendida/
siempre en otro sitio. Mi bandera perpetuamente blanca. Mi/
nostalgia vasta y caprichosa. Mi amor ingenuo y mi fidelidad/
irónica. Mis manos graves y en ellas un incesante rumor de pen-/
samientos. Mi porvenir sin nombre. Mi memoria deslumbrada/
en el amor incurable del olvido. Lastrada en el desierto mi pala-/
bra. Y siempre desnudo el rostro donde sopla el viento.

Palencia, 8 de noviembre de 2011
FERNANDO MARTÍN ADURIZ

1 comentario:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Lamento la muerte de Tomás Segovia, y voy a serle sincero, me pongo en el lugar del grupo, siempre que cae alguna persona de mi entorno psicoanalítico, pues éste me ha dado mucho, me pongo triste, yo sé que el psicoanálisis no es un proyecto para cambiar el mundo a la manera de las grandes ideologías políticas, ni pienso que "hemos" perdido un adalid, sino sencillamente un hombre y como parte de mí, de mi gran encuentro con esta ética, la psicoanalítica a la que en un mundo idílico desearía para todos los hombres, cosa imposible, me entristezco.
Lo de Octavio Paz, no me es ajeno, ni ha de serle a nadie que conozca el psicoanálisis, todos sabemos lo difícil que es enfrentarse al deseo, seguir el deseo, y es en parte la razón de que el psicoanálisis no llegará nunca a su muerte, es decir a su popularización, éste tiene dos posibles finales, su consumación y su olvido.

Un abrazo desde València.

Vicent