sábado, 26 de marzo de 2011

Servidumbres voluntarias

El texto de La Boétie, de 1576, llamado Discurso sobre las servidumbres voluntarias, pudiera ser de lectura obligada en Secundaria o en la Universidad. Es un texto base para un Foro que contra la evaluación generalizada va a realizarse en Madrid el próximo 11 de junio, y he tenido la fortuna de toparme con un texto que no conocía sino de referencias. Leerlo es de una actualidad increible. Su base es clara, Etienne lo afirma en una frase que condensa el texto, refiriéndose a la acción de un tirano, «¿Cómo ejerciere el despotismo sobre vosotros sino mediante vosotros?».
De aplicar la servidumbre voluntaria a mujeres de hoy que deciden voluntariamente servir a su particular tirano en un afán secreto por ser algo para alguien. De aplicar a trabajadores que aceptan condiciones laborales inhumanas, ser esclavos modernos, a cambio de unos dirham. De aplicar a estudiantes que aceptan responder lo que desea oír el señor de la tarima a cambio de un suficiente, y de una rabia interior inexpugnable. De aplicar a mayores que permiten ofensas e indignidades a cambio de visitas y de señuelos de cariño. De aplicar a clientes de bancos que prefieren doblar la cerviz ante el señor de los riesgos a cambio de una línea de crédito, y de un insomnio más.

En fin, las servidumbres voluntarias de todo un pueblo que permite el despliegue de un lenguaje que insulta a la inteligencia: bonus, protocolo, estratificación social, por citar tres de los vocablos que más me conmueven cuando escucho sus réplicas en enunciados poéticos: a desalambrar, rompieron el protocolo, suprimieron los bonus de los ejecutivos. Qué subidón.
Otra servidumbre voluntaria potente es la rendición de cada uno frente a lo incontrolable que hay en su interior, cuando tiramos la toalla ante el empuje de lo que no se puede parar porque se repite, y nos entregamos a los absurdos cotidianos o a la píldora generalizada.
La servidumbre voluntaria de todo un pueblo que ante el dormitar cotidiano no se atreve a pasar a la la indignación, y después a la insurrección.
El reciente libro del redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, Stéphane Hessel, ¡Indignaos!, escrito a sus 94 años, es una invitación a tener un motivo personal de indignación. No ceder en dejarse evaluar no es mal motivo, cuando todo el mundo sabe que hay lo imposible de cifrar porque es subjetivo. El poder tiránico moderno tiene un nombre: evaluación.  

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 24 de marzo de 2011

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