martes, 2 de noviembre de 2010

El rayo que no cesa

Si tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero, no parece que nuestra Palencia se vaya a negar. Esta semana volvemos a tomar como interlocutor a Miguel Hernández. Esta vez por iniciativa del Club de Amigos de Alemania, y de su Presidente, Julian García Torrellas, autor de un libro que explica el paso de Miguel Hernández por nuestra ciudad, 'Miguel Hernández en la cárcel de Palencia', (Palencia, 1992). Una semana cultural para evocar al poeta que vino a Palencia con sus tres heridas, la vida, el amor, la muerte, para dedicarle un recital poético a cargo de nuestros poetas, y para ver 'Vientos del pueblo'.
De muchas cosas habló Miguel Hernández mientras sus contemporáneos lo permitieron. Y como ese su hablar fue un bien decir, eso atraviesa los siglos y hoy volvemos a hablar con su poesía, con sus preguntas,-intactas-, con las imágenes que nos emocionan.
El esfuerzo de poesía a un lado, la técnica y la ristra infinita de objetos que aplastan la subjetividad por el otro. Dos bandos en la guerra invisible de hoy. A un lado el número, el lenguaje empírico, la dichosa evidencia empírica, el positivismo de siempre, camuflado bajo barnices de época. A otro lado la letra, la palabra, la subjetividad. Frente a esa idea maquinal, objetivante de la existencia, es urgente un no pasarán, un deseo de poesía, privilegiando lo que no sirve para nada, frente a la cuenta de resultados y la codicia de siempre.
Convendría no olvidar que los herederos ideológicos de quienes encerraron durante dos meses en Palencia al poeta, hoy han aprendido la lección. No lo llevarían a pasar frío, no son tan burdos, son mucho más sutiles, sencillamente lo evaluarían, y definirían su valor en términos de mercado: tanto vendes tanto vales. Miguel Hernández pasaría hoy todas las evaluaciones.
Sólo estuvo dos meses en Palencia, suficientes para captar nuestra atmósfera. Lean el libro de Torrellas, hay testimonios inéditos, como el de su compañero de celda, y comprobarán que el poeta supo leer bien el 'humus' de castellanos de pura cepa, labrados como la tierra, "siento haber dejado la ciudad de las mantas, porque aquel frío y aquellas aguas y aquellas hambres no me sentaban mal del todo". Hay palentinosilustrados que sienten no haber vivido aquel otoño de 1940 para haber salido a la calle a recibir al poeta, que no para encerrarle en aquella cárcel con panóptico. No cesan de rendirle homenajes.

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