miércoles, 9 de junio de 2010

Mi iPad



Llegó el miércoles 26 de mayo, vía Eindhoven, y parece que ha llegado para quedarse una larga temporada anunciando con su presencia el fin de una historia, de mi historia de amor con los libros de papel, y el encuentro con los libros electrónicos. Tal y como nos costara abandonar la vieja Royal y usar ordenatas y no maquinas de escribir, en las que recuerdo haber confeccionado periódicos en Cyclostic, allá por la convulsa adolescencia, así ahora me cuesta imaginarme sin libros de papel, incluso sin ordenador o sin portátil. Pero me rindo a esta evidencia: este iPad, desde el que ahora escribo esta columna semanal, el nuevo gadget, llega para anunciarme el final del tiempo del libro de papel.

Adiós pues al libro de papel, a su textura, a su olor incluso, a poder subrayar con lápiz, a verles en los estantes de la biblioteca. Bienvenida a Ibooks, con su virtual estante de biblioteca, 'app' donde puedo leer cualquier libro, muchos gratis, incluso novedades tipo 'La Soledad de los números primos', o clásicos como 'La Barraca' o 'El Quijote' y hacerlo pasando las páginas con un dedo semejando al papel, y además volviendo a escuchar mi podcast del club de jazz o de nuevo a Coleman Hawkins.

El viejo herrero alemán, Guttenberg, se transforma.

Se acabó el aporrear libros en las carteras, se acabó prestar libros que nunca vuelven. ¿Y la charla con nuestro librero de cabecera y con nuestro kioskero?

Esta tableta de Apple es un objeto revolucionario.

Abandonar los objetos que nos han acompañado toda una vida es doloroso. Necesitaré un tiempo para hacerme una idea. En medio de una revolución es difícil percatarse de que se está viviendo ese momento, pero asistimos a un momento revolucionario, con el añadido de su extrema velocidad para poder digerirlo, y con la barrera del inmovilismo de quienes no aceptan los cambios de objetos, repitiendo la obviedad de que ningún objeto nuevo va a servir para reemplazar el objeto perdido de la infancia, el auténtico objeto que moviliza nuestro deseo.

En cualquier caso mi iPad es tanto motivo de júbilo como de nostalgia. Júbilo por Eindhoven, -que no por Shenzhen- y nostalgia por Cuesta Moyano. Eso sí, de papel o electrónico, Gutenberg, 1450, o Steve Jobs, 2010, gato blanco o gato negro lo importante es cazar ratones. No concibo una vida sin libros. De lo que se trata es de leer, o si se quiere, de no perder la oportunidad de morir menos idiota.

Publicado en Diario Palentino el 3 de junio de 2010.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quizá con el paso del tiempo cambie de opinión, pero por el momento no quiero perder el olor de los libros viejos de la biblioteca de casa, el peso del libro en las manos, el tacto de las hojas, el ruido del papel al pasar página, las anotaciones al márgen a lápiz y la malsana (y para mi entrañable) costumbre de doblar la esquina de la hoja para recordar por dónde llegaba.......

Carmen