lunes, 14 de junio de 2010

La falta de la falta

Que no falte la falta es tanto como pedir no entrar en el campo de la angustia. Porque es eso precisamente el orígen del estado angustioso. Ocurre que por doquier se escucha el deseo contrario, tener de todo. O si se quiere, que nada es imposible. O 'todo al alcance de tus manos'. O aún peor: que no te falte de nada.

Pues no. Como no falte, mal vamos. La primera víctima es la ausencia de deseos. Y después el aumento de los casos de personas con ansiedad y con angustia, estados concomitantes y mundos paralelos. Se busca objetos y se quieren ya, pero no se sabe lo que se quiere, y al mismo tiempo, se teme la llegada de algún objeto, imprecisamente situado en algún lugar y que provoca angustia difusa, sin contornos.

No debe de ser casualidad entonces que en épocas de abuso del consumo justamente afloren dificultades con el manejo de la falta. Que en realidad es estructural y no episódica. Es una compañera de viaje con la que cada quien debe de aprender a convivir. Taponar la falta no es una buena solución, y solamente unos mercados ávidos pueden bombardearnos publicitariamente con la idea de que taponemos esa nuestra falta. Hoy situada aquí, mañana allá, el caso es que ese desplazamiento de la falta no hace sino demostrarnos su lógica.

Un buen uso de ese estado de lo que falta debería expulsar de nuestras vidas frases como: "que no te falte de nada". Porque cuando lo que nos falta es precisamente la propia falta, entonces es seguro que doña angustia va a hacer aparición en nuestras vidas.

Visto así, entonces no parece descabellado pensar en términos elogiosos de las épocas de crisis económica. Va a resultar que son beneficiosas. El personal se va a cuidar de taponar la falta con viajes bizarros, con objetos estrambóticos, con la suntuosidad a la que empuja el exceso, el desborde a que conduce el tener de todo y no ser feliz nunca.

Situadas las coordenadas de la falta en una sociedad opulenta, el vaciamiento devuelve una cordura perdida. Fin de la exageración y del hartazgo. Se acabaron las bromas del gusto por la superficie y entramos en la dimensión interior. Más barrio, menos zascandileo. Más quietud, y menor volatilidad. Más lectura apacible y menos mercadeo. Malos tiempos para el acumulador.

Buenos tiempos para las gentes austeras.

Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 10 de junio de 2010.

   

No hay comentarios: