jueves, 20 de mayo de 2010

Tiempo adolescente



La lógica del retardo adolescente es clara. Lejos de ser un mal, como nos suelen martillear, perder el tiempo temporalmente, retrasarse, no parece ser tan ilógico ni tan perjudicial. Los adolescentes se encuentran a veces con esa disyuntiva en sus vidas, pueden quedarse a la zaga, han de repetir curso, o bien en algún aspecto parece que no andan al ritmo de los demás. Su tiempo, su reloj, no es el de los adultos. Y sin embargo hay una lógica subyacente aplastante, que justifica este fenómeno.

Tenemos testimonios claros a este respecto. El viernes pasado en una conferencia en la Universidad de León escuché a un psicoanalista, de los más claros, al Dr. Palomera mencionar este asunto del retraso, incluso apuntar su propia experiencia personal de retraso en la adolescencia como parte del argumento. Freud también tranquilizó acerca del retraso adolescente realzando la primacía de las cuestiones afectivas sobre las intelectuales, tal y como todo padre o profesor puede constatar a diario.

En realidad la perspectiva de la bondad de la pérdida de tiempo es muy tranquilizadora. Y desangustia. Especialmente frente al personal exigente en demasía, que primero se autoexige al máximo y después carga con ese nivel de exigencia en el rendimiento con todo su entorno. Hacerles callar no es mala cosa. Por no hablar de los que exigen a sus hijos adolescentes rendimientos y actitudes que ellos a su edad no tuvieron ni por asomo. Olvidar es gratis.

¿Quién no ha perdido el tiempo? En cierto modo, el tiempo está para ser perdido, sobre todo cuando se verifica que el tiempo acaba también perdiéndonos a nosotros. No es el elogio del vago, puesto que quien pierde el tiempo es porque lo tiene, y el vago es excluído de esa posesión. Es el elogio del creador, del inventor, del que ha de escoger su camino y necesita detenerse un tiempo. Es el elogio del que usa su tiempo para no hacer, que ha escapado de la presión que supone tener que hacer. Tener que hacer incluso en el llamado tiempo libre, que se convierte así en un tiempo trabajoso, de actividades forzadas.

El adolescente sabe que dispone de tiempo, y su uso entonces es diferente al nuestro. Muchos sientan las bases de su futuro en ese tiempo adolescente, otros permanecen un tiempo exiliados, o bien escondidos, solitarios en casa o activos entre las tribus y pandillas donde pueden mimetizarse y vestir y consumir al unísono. Pero un tiempo con final.

Publicado en DIARIO PALENTINO, jueves 20 de mayo de 2010.

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