viernes, 5 de febrero de 2010

El copión


Hemos entrado con pie firme en la era del corta y pega. Nunca antes fue más sencillo copiarnos unos a otros. La gran deslocalización subjetiva que es la red de redes permite amplificar este fenómeno hasta el borramiento de las diferencias individuales. No es que usemos el mismo gadget, sea iphone o nuevo ipad, es que el copión nunca antes en la historia ha disfrutado más y ha sido más invisible que ahora.

En un relato titulado "Hombre de la esquina rosada", Borges escribe: 'le copiábamos hasta la forma de escupir'. Eso, que es natural en la infancia, cuando las identificaciones se están construyendo y los niños imitan sin darse cuenta a los adultos de su entorno, o dicho de otra manera tienen una identidad fabricada a golpe de identificación inconsciente, eso que es natural, es absolutamente artificial en tantos y tantos imitadores e imitadoras que pululan por nuestro entorno. Y no es un mimetismo batesiano, que diría un biólogo, es decir un mimetismo inofensivo, sino auténticamente mülleriano es decir cuando el animal mimético adopta la misma propiedad que el depredador. Las horas de televisión ayudan mucho a la copia, y entonces no es casual hallar por la calle clones de tal o cual personaje, y lo que es peor, discursos repetidos, idénticos unos a otros, ideas calcadas de unos y de otros. Porque ya se sabe que para conocer la edad, el sexo y la doctrina de alguien no hay que dirigirse al DNI, sino escuchar atentamente. Así descubrimos su auténtica edad, que no suele coincidir nunca con la que figura en el carné de marras, el sexo al que pertenece nuestro interlocutor, más allá de las apariencias, y a lo que vamos, cuanto de lo que dice es producción propia o simple copia, dicho de otro modo, si ha usado alguna vez la cabeza o ha cortado y pegado.

Lo realmente preocupante no es que nos rodeen los imitadores, sino que cualquier intento de los más capaces por desmarcarse de los copiones choca de bruces con el seguimiento y la persecución del copión de turno.

Pero hay un límite. Cuando alguien decide conocer lo inimitable que hay en él. Entonces eso le da un respiro. Sabe que todos y cada uno de nosotros portamos un disco duro singular, irrepetible, inimitable, y que hay anida lo mejor, lo que no va a ser pasto de la copia y de la imitación de nadie. Resta encriptarlo.


Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 4 de febrero de 2010.

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