miércoles, 3 de febrero de 2010

El pasillo


Desde el XVIII la nueva organización del espacio familiar en habitaciones comunicadas por un pasillo reemplazó a las hileras y a los espacios mixtos. Nuevas funciones aplicadas a cada habitación, comedor, dormitorio, etc... permitieron a la familias una nueva privacidad. De las torres y las 'loggias' o galerías cubiertas de Florencia, espacios que permitian estar en la calle, participar en la vida de la ciudad, se pasó al 'cortile', protegido de los ruidos de la calle, y después al pasillo, verdadero elemento arquitectónico que daba cuenta de una nueva forma de entender la intimidad.

El pasillo fue así, desde entonces, el espacio común, social, colectivo. Así hasta nuestros días cuando las familias del siglo XXI se encuentran y saludan en el pasillo, -no siempre. La intimidad de la habitación del adolescente se considera sagrada y él/ella con su propia TV y su ordenador, encuentra su ventana al mundo, sin necesidad del 'atosigante' tiempo de relación con los parientes, hoy reducidos a padre, madre y hermanos, nucleo mínimo, cuando no reducido a la expresión monoparental. Sin duda otras estancias de la casa son asimismo cotos privados, relegando al pasillo a la función de lugar social.

Igualmente en la vida política durante el siglo pasado mucho se ha cocido en los pasillos. Es famoso el pasillo del Congreso de los Diputados, llamado M-30, donde el paseo de sus señorías ha tejido y cocinado leyes y argumentos, historias y nombramientos.

Y por último en la vida administrativa, hacer pasillo era también una expresión al uso, para conseguir subvenciones o prebendas, para estar al tanto. Hoy, la Red y la posibilidad de hacer cada vez más gestiones burocráticas puede acabar con esas horas de pasillo, pero aún queda algo de ese aroma de la picaresca del pasillo.

Sólo resta evocar el pasillo del Instituto, verdadero hábitat para muchos de nosotros, cuando la masificación de las aulas en los setenta, la disciplina académica, las horas de expulsión de clase, los novillos, y en suma, los espectáculos que convocaba el circular constante de unas y de otros, o profesores y bedeles, le daba esa atmósfera de actividad frenética, de silencio siempre interrumpido. Hoy, a la vez que el espacio propio puede ser enclave de libertad conquistada, no estaría de más hacerlo compatible con los lugares comunes, inventar sitios colectivos, abiertos, respirables. Para no reducir lo comunitario sólo al pasillo de cada casa.


Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 28 de enero de 2010.


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