jueves, 7 de enero de 2010

El lector


Comencé el año viendo mucho cine. Anoche tocó 'El lector', basada en la novela homónima de Bernard Schlink, escritor y juez en la actualidad. La historia habla de muchas cosas, pero destaco la imposibilidad que tiene una mujer para reconocer que no sabe leer, e incluso en un momento cumbre de su vida prefiere no reconocer tampoco que no sabe escribir por lo que en medio de un juicio acaba llevándose la peor parte.

Pero también habla de la fuerza de un amor adolescente. El joven de quince años que le servía de lector fue seducido por ella, veintiún años mayor, y eso le marcó el resto de sus días. Los encuentros amorosos siempre dejan un resto. Es lo que ha querido reflejar Woody Allen en 'Vicky Cristina Barcelona', otra peli de estos días frenéticos de cine. La sacudida de un encuentro amoroso conlleva ambivalencia, o como nos mostró Montaigne, 'amalgama y mezcolanza', cuando afirmó rotundo que el hombre no era sino eso.

Amalgama y mezcolanza que define 'Abrazos rotos' de Almodovar. Fiel a sus fantasmas, firme convencido de su propia mirada sobre el mundo, testarudo en la pregunta acerca de qué desea una mujer, no va a parar a lo largo de toda su filmografía, aunque tenga que terminar una película a ciegas como le hace decir en la frase final al protagonista, no va a parar hasta agotar todas las declinaciones de esa pregunta por la feminidad, y por los vericuetos del alma femenina, ojos desde los que ve en su identificación femenina el mundo del amor y el desamor. Es el interés extremo que tiene su obra, al margen de su indudable chispa creativa. El mejor Almodovar quizá no ha llegado.

Leer imágenes, leer cine es lo que tiene, que seduce tanto como leer libros, placeres ambos. Por eso ahora dudo si seguir con el apasionante Robertson Davies y su 'Manticora' que plantea en medio de su trilogía el psicoanálisis del protagonista con una analista jungiana de Zurich o seguir con el programa cinéfilo y volver a ver 'Agora' o encarar 'El gran Torino' seguido de 'Los años bárbaros'.

Hay siempre nuevas maneras de leer la historia, la nuestra y la de los otros. Es lo que Schlink pone en boca del protagonista al final de 'El lector', que quería escribir la historia para librarsede ella, pero "la memoria se negó a colaborar". Es lo que tiene nuestra memoria, que es caprichosa y juega con nosotros, ocultándonos tesoros, y dejando pistas de rastreo para que encontremos el mapa.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 7 de enero de 2010

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