martes, 21 de julio de 2009

Aburrirse

Durante tiempo se pensó que aburrirse es malo. El afecto aburrimiento gozó de mala prensa y se situó en negativo. El biógrafo de Heidegger lo definió como 'el otro gran evento del vacío', dando así la idea de que aburrirse es caer en un pozo.

Ocurre que, bien mirado, saber aburrirse otorga beneficios indudables. De hecho quienes han aprobado esta asignatura pueden enfrentar mejor los rigores de la espera, -ora en los aeropuertos, ora en las salas de espera-, o bien los rigores del matrimonio, por ejemplo, institución paradigmática de la práctica del aburrimiento. Incluso muchos políticos defienden las virtudes de la democracia aburrida, frente al sinvivir de otros sistemas políticos más ajetreados.

Pues eso, que hay que aburrirse, y con elegancia. No sé por qué siempre hay que estar haciendo cosas, y además para evitar aburrirse. 'No hacer nada' es un óptimo empleo del tiempo libre. Porque, vamos a ver, ¿qué sentido tiene llenar todos los tiempos muertos de los niños con tanta actividad? ¿Sólo para no oírles decir 'me aburro'? ¡Que se aburran!

De hecho cuando la lectura se ofrece como alternativa, a veces se escucha que los libros aburren, cosa que, y entre nosotros, hay que decir que muchas veces es del todo cierto, pues basta con elegir un autor del boom latinoamericano, uno cualquiera, y empezar a bostezar, lo cual que bien pensado no debe darse nunca a un niño si queremos hacerle buen lector. Almacenar horas y horas de aburrimiento es una buena despensa para inmunizarse ante la espera ansiosa. Porque 'sacar petróleo' de unas horas de espera sólo está al alcance de unos pocos privilegiados, que o bien hicieron su mili, o bien vivieron su infancia en esos pueblos en los que las tardes se hacen interminables haciendo eso, nada.

Nuestra época, en fín, produce más sujetos ansiosos que aburridos. Los primeros tratan, sin saberlo, de alcanzar lo que ya se perdió de antemano, pero los segundos, quizá anhelen, como los buenos amantes, como Eloísa y Abelardo, que el tiempo se detenga. Aburrirse, que viene de aborrecer, puede tornarse en una disciplina inteligente que obliga a renunciar tanto a la seducción por lo absoluto, como al desencanto por todo.

Aburrirse puede ser divertido.Y en cualquier caso, mientras haya cerca humanos, siempre nos quedará el aforismo de Lichtenberg: "La superficie más entretenida de la tierra es para nosotros la del rostro humano".

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 23 de julio de 2009.

1 comentario:

Anónimo 7 dijo...

Aquí quizá pordría haber indagado más. Por un lado, en el aburrimiento (o pasividad) como espacio necesario para la generación del deseo. Por otro, en el aburrimiento y su relación con la falta de deseo, con el deseo obstruido.
Ambas casi contrapuestas, pero ambas interesantes.
Un saludo.