lunes, 20 de julio de 2009

Plagiarse

No sabemos lo que decimos. Somos los últimos en enterarnos de lo que hemos dicho. Las pruebas son irrefutables desde que apareció en el horizonte de la ciencia la figura del 'lapsus linguae'.

Pero ahora parece que tampoco sabemos lo que escribimos. Y no unicamente por el despliegue de los 'lapsus calami'. Es noticia de estas semanas la sentencia que condena a un columnista a pagar a una revista a la que enviaba artículos idénticos entre sí, con trozos de textos iguales, siendo así el propio autor el plagiado.

A mí no me parece sorprendente. Plagiar es un deporte que hemos practicado en la orbe intelectual desde tiempos inmemoriales. Los grandes siempre se quejaron del robo a que se sentían sometidos. Ocurre que nadie es original absoluto, y que todos nos fijamos en el otro. El exceso, de nuevo, es el problema. Una cosa es prestarnos unos a otros alocuciones, estilos, giros, usos, actitudes y maneras de pensar, y otra...plagiar. Como esa empresa contratada por la Junta, que, ni cortos ni perezosos, se fueron directamente al rincón del vago, -esa web tan fascinante para los idem-, y calcaron informes, que luego presentaron a módico precio, con el resultado del escándalo subsiguiente. Plagiar al otro, vale, no hay nada nuevo bajo el sol, y tampoco se puede ser sublimes sin interrupción. ¿Pero plagiarse? ¿Acaso es posible?

Avanzo mi hipótesis: ¡A diario! La repetición es una constante en nuestra vida: nos repetimos en nuestros dichos, en nuestras costumbres, en lo que ya dijimos una vez, en nuestras frases más ocurrentes y en las menos sagaces. Plagiarnos nos plagiamos de continuo y sin advertirlo.

Pido de antemano disculpas a mis lectores, y a los responsables de Diario Palentino. Pero que me plagio, no tengo la menor duda. Soy mi copión favorito. Acepto lo imposible de escribir sin plagiarme. 

Pues eso, que no sabemos lo que decimos. La división subjetiva que nos constituye como seres de lenguaje separa las aguas: una cosa es lo que digo y otra lo que oculto. Y esto que escondo siempre termina saliendo a la superficie. Y además cuando menos me lo espero. "Yo sé lo que digo", nunca es cierto. Pues 'yo' es un invento, una ficción, una marioneta a merced de nuestro Otro.

Mejor: "Si me escucho sabré lo que digo", "si me leo, sabré lo que escribo". Porque cada uno es el último en saberlo. Plagiarse es una astuta 'traición del inconsciente'. 

Publicado en DIARIO PALENTINO, jueves 16 de julio de 2009

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