lunes, 29 de junio de 2009

Separarse


No parece demasiado difícil la empresa de separarse de la pareja. Unos simples papeles, unos rápidos repartos, una sencilla despedida. Y unas disculpas mutuas por haberse equivocado mutuamente en la elección de pareja. Para algunos es claro que enamorarse es equivocarse. Realmente el amor es una gran equivocación: es creer firmemente que el otro tiene lo que no tiene. De esa ilusión se puede vivir años. Y pasado un tiempo, unas décadas, o nueve semanas y media, se observa que el engaño amoroso, la parte más imaginaria del amor, habría cegado a ambos, o a uno más que a otro. Al darse cuenta del error de apreciación, nada como seguir el viejo adagio: rectificar es de sabios. Y a constituir otra. O a empezar el camino de la soledad.

Ocurre que las cosas no son tan sencillas en las separaciones. Y que hay parejas duchas en el arte de complicarlo. Vamos, que ni para adelante ni para atrás, que ambos se encuentran anudados en un goce que les lleva al disfuncionamiento permanente. Y que incluso más allá del instante de separarse, se mantiene un pulso de enfrentamiento, ora por las criaturas, ora por determinado objeto, ora por un nuevo juicio, por un sutil cambio en la sentencia judicial, cuando no por la gresca habitual, que hace que nunca terminen de separarse.

Y que hay parejas expertas en el arte de reincidir en las separaciones. De suerte que el síntoma que un día depositan en un partenaire, lo retiran velozmente, pero para volverlo a colocar en la siguiente pareja. Una posible fórmula para muchas mujeres es tener muchas parejas para ser siempre la desconocida del siguiente.  

Tener muchas parejas y haber vivido muchas aventuras puede ser tan habitual para algunos como no haber tenido más que una para otros. Para los primeros, separarse es una operación que ejecutan cual burócratas disciplinados. Para los segundos, pensar en separarse es pensar en la muerte.

Pero nadie causa desde afuera una separación. Aunque muchos lo intentan con denuedo. Especialmente los propios padres, grandes ignorantes de los invisibles lazos que unen la pareja de sus hijos.

En realidad separarse, de lo que conviene separarse es del propio síntoma. Del peculiar y original modo de goce que acompaña toda una vida. Porque el síntoma no abandona, ese va con cada uno. Y del síntoma, que define el ser de cada uno, es difícil separarse. Imposible si no se le ha hecho un poco charlatán.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 25 de junio de 2009.

1 comentario:

Anónimo 7 dijo...

Y, ¿por qué en algunos casos es tan difícil hacer charlatán al síntoma? ¿por qué a veces se estrella contra un muro sin ventanas ni puertas? A veces es dífcil ver un hilo del que tirar para abrir una hueco en ese muro.
Simples divagaciones.
Un saludo, sensei.