miércoles, 3 de junio de 2009

Los eliminadores


Andan sueltos algunos eliminadores de pensamientos. Tratan de eliminar los pensamientos de los demás. Que el personal se ande con cuidado. Además incluso clasifican los pensamientos, los muy agudos, entre pensamientos positivos y pensamientos negativos. Y se quedan tan panchos. Pero ojo, que son peligrosos.

Si el vecino ilustrado se topa con alguno de ellos aconsejo cuidarse mucho de declararles los pensamientos. Si por ejemplo se tuvo como familiar a un habitual tirano, o a un estropeado cotidiano, o un especímen de maltratador,  y se recuerda lo mal que se pasó a su lado, jamás contarlo. Porque entonces el eliminador, si tiene una historia personal no coincidente, dirá que se distorsionan los recuerdos del pasado, que aquello no fue para tanto y que hay que eliminar esos pensamientos negativos.

Sabíamos que ya se podían implantar chips con falsos recuerdos. Sabíamos que Freeman viajaba en su propia furgoneta, su "lobotomobile" y que fue un gran aficionado a lobotomizar a todo el que se pusiera por delante. Sabíamos de la manía de algunos por confundir el hipocampo con el lenguaje simbólico. Sabiendo eso tendríamos que haber calculado que lo siguiente era eliminar pensamientos. Directamente. La opinión pública ilustrada tendrá que combatirles, pues están escribiendo un nuevo capítulo en la historia de la vieja dominación de siempre.

De momento conviene advertir que es un imposible no pensar. Sabe muy bien quién sufre de sus propios pensamientos lo absurdo de luchar contra el torrente de pensamiento, sea circular, repetitivo, obsesional o terrorífico. Ese sufrimiento si se desea curar, aliviar, antes ha de transitar por la avenida de la comprensión de la causa, de la razones de ese su pensar insistente. Eliminarlo, sin más, es ignorar que tarde o temprano retorna por vías singulares.

El eliminador, la eliminadora, se apoyan en la propaganda recibida en la fábrica universitaria, reducto en el que se producen a destajo nuevos productos de consumo al servicio de este reduccionismo. Pero los más lúcidos se oponen y luchan contra esta nueva barbarie iletrada.

Además el personal se queda para sí su verdad. El enunciado tipo es: "digan lo que digan, yo sigo pensando que...", lo que demuestra lo inútil de la acción del eliminador. Lo vano de pretender eliminar los pensamientos de los demás. Machado es más certero: "Y todo en la memoria se perdía/como una pompa de jabón al viento".

Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 4 de junio de 2009.

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabas de describir al verdadero progre.

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

No es cuestión de progres o reaccionarios sino de clínicos que escuchan a sus pacientes o de fanáticos del discurso del amo