jueves, 26 de febrero de 2009

Tomás Martín



 Tomás Martín dio una conferencia en la ciudad la semana pasada. La tauromaquia fue su excusa. Porque independientemente de los enunciados, con los que se puede o no asentir, la enunciación delata al autor. Y en este caso, puedo atestiguar de un efecto de persuasión de las palabras de Tomás Martín. La lógica interna, la articulación de los argumentos, la sonoridad poética fue envolviendo desde el principio.

No pude quedarme al debate, por otro lado de un tema, el de la tauromaquia, que me pilla muy lejos, aunque no tanto como para estar radicalmente en contra de los taurofóbicos militantes.

Pero el asunto es que deleita escuchar a alguien que entiende de toros. Entender de toros, como situarse de determinado modo ante un saber cualquiera, requiere de años de reflexión, de lecturas atentas, de conversaciones. Los opositores lo tienen crudo si quieren estar a la altura. Por eso, cuando incluso las objeciones más lúcidas al mundo de los toros pretenden hacer mella en la opinión pública tienen que pasar el examen de estos entendidos de la tauromaquia.

Hasta hace poco habitual columnista de Diario Palentino, Tomás Martín nos tenía acostumbrados a leerle. Ahora, por iniciativa del Círculo Taurino ‘José Tomás’ y de su presidente, Candi Arija –excelente iniciativa esta de situar en el campo del lenguaje, enunciados y enunciaciones varias, la afición y el lazo social de los aficionados-, pudimos escucharle, y hay que decir que Tomás Martín escribe tal cual habla o viceversa. ¡Qué difícil! Se necesita toda una vida, y se requiere no tener deudas, no verse obligado a pagar peajes, y no precisar de amos para decir lo que se piensa, a sabiendas de que no todo lo que se dice es plenamente verdadero, pues siempre hay un resto más o menos fecundo, un trozo de mentirosa verdad.

De todas las precisiones que escuché a Tomás Martín hubo dos que permanecen días después en la memoria: una, la diferencia entre las corridas de toros y la tauromaquia. Y dos, su referencia a la muerte del toro y al saber que al toro le acompaña, más o menos creo que Tomás Martín dijo algo así como ‘el toro sabe que va a morir’.

La primera me pareció brillante y ejecuta la disyunción entre el folklore y el glamour que según nuestro vecino de hoy se ha pegado al mundo del toreo cargado de la inevitable ‘gente guapa’ por un lado y el registro de la tauromaquia, del saber preñado de referencias al arte, a la ética y a la estética que tradicionalmente se sitúa del lado de los lectores de Cossio. La segunda es más discutible, pues si hay diferencia rotunda entre el ser humano y el animal, es precisamente que el primero se sabe mortal y el segundo no puede advenir a este saber para el que se precisaría el manejo del lenguaje equívoco y no unívoco que despliegan incluso los más espabilados de entre los animales.  

Tomás Martín se define como torista. Desconozco sus laberintos, pero por el despliegue de su saber respecto a la tauromaquia el otro día en El Chaval de Lorenzo, por su encendida defensa de una ‘lectura poética’, y no literal, por animar a captar el duende y la magia de todo lo que rodea a ese espectáculo, puso de manifiesto que sabe leer desde un tendido más alto, como corresponde a un exigente vecino ilustrado. Un buen lector, autor-escritor de la expresión El Coso de Campos Góticos, en busca de una faena memorable. Llegará, y por la misma vía que la carta robada de Edgar Allan Poe. 

Publicado en DIARIO PALENTINO, jueves 26 de febrero de 2009.

 

 

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