jueves, 11 de diciembre de 2008

Caer siete veces, levantarse ocho. DIARIO PALENTINO, Vecinos Ilustrados.


 

Este poema popular japonés, que se escribe junto a un tipo de muñecas japonesas, caer siete veces, levantarse ocho, define muy bien cierto espíritu.

Caer siete veces, levantarse ocho es el lema de muchas mujeres que han visto vilipendiada su autoestima a diario por la necesidad cruel de un hombre que sólo sabe sostenerse mediante el golpeo de quien tiene más cerca.

Caer siete veces, levantarse ocho es el resumen de una vida del afanoso trabajador que jamás verá recompensado su acto de servicio, soportado hasta la extenuación por amor a los suyos, aguantando carros y carretas, años y años.

Caer siete veces, levantarse ocho es el dicho del discapacitado, héroe anónimo, sólo que no lo publica, incluso lo oculta para mayor sostén de su orgullo y dignidad.

Caer siete veces, levantarse ocho es la canción silenciosa de una cohorte de gentes emprendedoras que creen en sus proyectos, y que a pesar de los vaivenes, una y otra vez ponen en pie sus organizaciones.

Caer siete veces, levantarse ocho debería ser el lema elegido por quien empieza unos estudios y no cualquier otra proclama del mínimo esfuerzo y del abandono rápido.

Caer siete veces, levantarse ocho es mejor lema para un deportista que el de que no existen los imposibles.

Caer siete veces, levantarse ocho agota a los amigos de fastidiar los éxitos ajenos, desquicia al envidioso cotidiano y acaba por rendir al enemigo íntimo, que se pasa de bando finalmente.

Caer siete veces, levantarse ocho es un monumento al reconocimiento de que cometemos errores a diario, que metemos la pata con fruición, y que hemos hecho el ridículo más espantoso en muchas más ocasiones de las que nos pensamos.

Caer siete veces, levantarse ocho representa al vecino corajudo y a la vecina de genio, ambos personajes necesitados en una ciudad pequeña como la nuestra, si no quiere callar ante el avance creciente del modo individualista de vivir. Vecinos ilustrados que siguen el programa de acción del altruismo y animan el lazo social intenso. Hay una lista en la que podríamos meter a muchos de entre los mejores con quienes nos cruzamos en nuestras calles o alientan grupos, asociaciones, entidades, pueblos.

Caer siete veces, levantarse ocho fue el modo ejemplar de vida de mucha más gente de la que nunca imaginé existía. Gentes a las que escuché relatos sobrecogedores, que como adultos me evocaron episodios de su niñez, y cuyo balance arrojó una infancia llena de sobresaltos, de abusos, de tratos incorrectos, de silencios cómplices. En medio de esa selva, y pese a todo, salieron adelante, no sin secuelas.

Caer siete veces, levantarse ocho es el reto de quien tiene por delante una enfermedad, y quizá detrás otra, ante cuyo empuje sólo resta el deseo decidido de vivir.

Caer siete veces, levantarse ocho, finalmente es lo que hacen los mejores, aquellos a quienes imitamos, quienes nos hacen ver que frente a lo que pensamos, éstos no son tan malos tiempos para la bondad. 

 

 

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