jueves, 16 de octubre de 2008

Balastera. DIARIO PALENTINO, jueves 16 de octubre de 2008



 

Tiene por momentos un aire fantasmal. Nuestro campo de fútbol, símbolo de muchas cosas, aparece más vacío de lo acostumbrado en estos partidos de Tercera división. Las comparaciones con los años anteriores son evidentes. Ver las hermosas gradas del recinto repletas de aficionados en los momentos de su estreno, cuando el Palencia era líder de la segunda división, y verlas ahora impone.

Dicen que un gallego sube o baja una escalera con despiste. El proverbio lo dice de otro modo: “Gran ruido en las escaleras. Nadie está bajando”. El Club se encuentra en ese momento de su historia en que puede girar hacia un lado o hacia otro. ¡Cómo cuesta subir! Pese a todo, el empuje de algunos aficionados no parece decaer, especialmente de los inasequibles al desaliento, que se decía antes, que no cejan en su empeño de animar y sostener.

No parece haber mejor metáfora para definir el panorama de nuestra ciudad que la Balastera, patrimonio colectivo, y seña de un deseo de crecer, de salir de las estrechas medidas de una ciudad de brillante pasado, y de seguro futuro. Parecen tenerse las instalaciones adecuadas, y faltan las gentes. Y cuando el bullicio de los sesenta con barrios atiborrados del baby-boom, apenas cabíamos todos en la única piscina de la ciudad.

Balastera es el símbolo de la calidad de vida de nuestra pequeña ciudad. Algo envidiable para quienes nos visitan, que desearían ir andando al trabajo como nosotros, o circular por nuestros parques con la calma que lo hacemos. Por eso ir los domingos a la Balastera, no sólo los aficionados al fútbol, puede ser sinónimo de disfrute de los espacios públicos. El lamentable estado en el que se encuentran otros estadios de nuestro entorno anima a no desanimarse, y a dejar de lado ese derrotismo tan habitual por estos lares al comprobar que aquí, el vecino aficionado al fútbol puede contar con un patrimonio pensado para magnas empresas.

Que esa es otra. Resta saber si tras el estadio, la ciudad desea apuntarse a más altas cotas. O si el deseo va a ser suficiente. Y sin embargo, algo hace pensar que es posible, que un estadio y una ciudad pueden aspirar a mucho más que a una tercera división, como símbolo de un crecimiento, como signo de un salir de los puntos de estancamiento. Se impone el inventar.

Leyendo Los inventores de enfermedades, del alemán Blech, se ve que si determinadas entidades pueden inventarnos enfermedades, no debe ser demasiado difícil inventar contagios colectivos. Sabemos lo posible de crear corrientes de opinión, y de lo importante de la confianza para evitar alarmas. La psicología de las masas tiene sus lectores. No veo imposible entregar a los vecinos lo que Unamuno llamaba los delirios colectivos, expresión al uso de los periodistas deportivos, una aspiración a algo nuevo que una en un proyecto común.

Puede que algún lector se sorprenda de que animemos a soñar con la ilusión de ver a nuestro querido Palencia CF en Segunda, tras un año en la B. Se equivocan: el sueño es ver al Palencia CF en Primera división. Se sorprenden porque piensan que el fútbol no es materia para intelectuales. Yerran, no todo ha de ser intelectualizado, y además, la afición a un deporte, o al espectáculo del fútbol, parece tener que justificarse ante quienes creen que no es suficientemente sublime, a lo Baudelaire, o es simple materia para entretener descerebrados, pan y circo, válvula de escape, lugar donde huir de frustraciones. Pues va a ser que no. Hay tiempo para todo, si el deseo está vivo.

 

 

 

 

 

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