viernes, 24 de octubre de 2008

El monólogo. DIARIO PALENTINO, jueves 23 de octubre de 2008


 

El último viaje en tren me ha deparado la escena, en vivo y en directo, de la conversación de dos viajeros. Estuvieron más de una hora conversando. Asistimos distraídos pero atentos, sus otros dos compañeros de compartimento, un chino y un palentino.

Los conversadores eran dos personas mayores, nacidas en Castilla, y emigradas a París en los cincuenta-sesenta del siglo pasado. Como tantos otros habían criado allí a sus familias. Ahora se disponían a contar a su recién conocido las vicisitudes de aquella dura vida. Eran dos personas homólogas en muchas cosas: oriundos de la sufrida tierra castellana, trabajadores de a pie de distintos servicios, con compañera también emigrante como ellos, con hijos nacidos en otro país, y que ya continuaban sus días y su vida lejos del país de los padres, y añorantes de esta tierra nuestra a la que regresaron en la jubilación. Estaba el cóctel preparado para el no-diálogo, con todos los ingredientes habituales.

Una hora en la que a la narración breve de uno le seguía la del otro. Mientras parecía que se escuchaban, en realidad estaban preparando el archivo para hallar nueva retahíla de recuerdos con la que bombardear a su sosias. Cada uno hablaba para un auditorio diferente. Cada quien encontraba el alimento en las palabras del anterior, sin importar su contenido. Por ejemplo, si uno decía que su hijo mayor trabajaba de conductor de autobús, el siguiente decía que su hijo mayor tenía un buen puesto en no sé qué hospital. Y así.

La lección que obtuve de esta escena fue comprobar la verdad del aserto lacaniano: ¡Todos monologan!

El auténtico molino de palabras en que se convierten habitualmente las conversaciones, puede explicarse de muchos modos. Pero lo serio de todo esto, es que no son las más banales de entre las conversaciones las que acostumbran al monólogo, sobre todo cuando padres y abuelos recitan los éxitos de sus hijos, en una competición que suele ser cortés, pero que suele deslizar una vez concluida y tras la marcha del otro, en una ristra de improperios descalificadores hacia el que acaba de escurrirse, tanto por su despliegue de alarde, como por la incomodidad que nos suelen producir los éxitos ajenos.

Sino que son las conversaciones aparentemente más profundas y sesudas las que nos sorprenden con su carga de monólogo. Por ejemplo las que se escuchan en mesas redondas, coloquios y otros eventos: el ponente suele hablarnos de si mismo, de sus inquietudes, de su trayectoria, de sus hazañas, de su interesantísimo yo. Y como la mayoría no tiene demasiado interesante que decirnos, pues nos atiborran con estadísticas. Eso sí, con power point. 

El monologuista se extiende. De ahí la queja habitual del que sabe escuchar. Quien sabe escuchar al otro, a base de haber aprendido a hacer callar a su propio yo interior, a su otro particular, o a base de horas de lecturas, se encuentra con lo insufrible de andar por el mundo escuchando con atención e interés. Ya sea en un tren, en la cola de un establecimiento, en las vacaciones o en el descanso de los trabajos, el que bien escucha sufre la pesadez del monologuista cotidiano. Aquel a quien no se le puede contar nada pues inmediatamente nos sacude con que a él también le pasó lo mismo una vez..., tras cuyo temible anuncio se suceden minutos interminables de relato pormenorizado de su historieta.

Cuando un niño se entrega a un monólogo en voz alta, lo hace siempre sin la presencia de un adulto. Monologa cuando se encuentra solo en su habitación y habla consigo mismo, con su otro, o con el peluche que le sirve de espejo, trazando así un diálogo imaginario que suele ser suculento.

Pero cuando eso mismo lo hace un adulto, y en presencia de otros, y cuando esa práctica está tan extendida a juzgar por la queja de tantos vecinos ilustrados, no se puede sino estar de acuerdo con los sufridores de los monologuistas cuando exclaman que prefieren dialogar con Stendhal, Gamoneda, Lacan o con Magris. Al menos tienen algo conmovedor que transmitir.

 

 

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