jueves, 3 de abril de 2008

CAZADORES DE IDENTIDAD



En Palais Royal comienzan a aparecer los primeros Bo-Bos. Se abre una tienda de diseño de vestidos negros. De tres mil eurazos p,arriba. Hay modelos y gente guapa que hacen corrillo, se ríen mucho. Cerca, ojeadores, fisgones y otros que miran: son cazadores de identidad. En Palencia o en París se dan las copias y los originales.

Cazador de identidad: dícese de todo aquel que anda a la busca y captura de una identidad y que por tanto acecha a los otros a la espera de recibir rasgos de personalidad, trozos de modalidad de ser. Una vez radiografiado al otro, el cazador de identidad termina vistiendo, comiendo, pensando como el deglutido, y ello en cambio constante en función de cada moda.

No es un fenómeno extraño a nadie. Al nacer miramos a nuestro alrededor, y…al igual que los niños la víspera de Reyes frente al escaparate decimos o no, me lo pido. Y así vamos construyendo nuestra peculiar manera de ser, nuestro estilo. En realidad nadie inventa nada. Solo un análisis puede producir alguna innovación y no siempre es seguro que quien pasa por el diván lleva su análisis lo suficientemente lejos como para captar lo inimitable de sus rasgos mas genuinos.

Copiamos y copiamos. Esto nos debería hacer un poco más humildes, pero nada. Creemos ser el rey de la selva, los originales de los originales, cuando no somos sino una copia más o menos afortunada de los otros, clones en marcha hablando cosas repetidas, vistiendo la ropa que nos imponen los genios de las tendencias y la industria, comiendo más o menos lo mismo, y lo que es peor, pensando más o menos las mismas idioteces.

Identificarse con los otros no es el problema. Seguir los caminos que otros nos enseñaron no es la cuestión difícil. Lo arduo es saber desidentificarse. Que imitemos a los otros no es problema. Lo absolutamente decisivo es disponer de tiempo para reconocer lo que en cada uno de nosotros es inimitable, pues ahí se encuentra la esencia de nuestra singularidad, nuestras células madre psicológicas.

En la Rue Saint Honoré, mi calle favorita de este Paris que se apresta a conmemorar su peculiar e imitado May 1968, desfila una fauna de nuevos Bo-Bos camino de su tienda de diseño. Allí encuentran los gadgets del momento a precios de Bo-Bo. Estos objetos, móviles, ordenador minúsculos, relojes, objetos varios, perfumes, adornos, discos de vinilo a la ultima, son el complemento perfecto a su identidad de nuevos burgueses bohemios. Entran en Colette, su tienda ad-hoc, repleta de estos objetos a precio de burgués que se enfunda esta nueva bohemia. Y allí que les siguen los cazadores de identidad, quienes no miran a los objetos sino a los compradores, a la caza y captura de un gesto, de una mueca, de una palabra que poder repetir en otro escenario. Los Bo-Bos, indiferentes a su cazador, parecen pensar lo que Truman, y lo que algunos publicistas y politólogos: si no puedes convencerles, confúndeles. De momento es fácil diferenciar al Bo-Bo del imitador, el original de la copia. Pero apueste el lector que el tiempo hará que ambos se confundan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me pregunto como surgen estos, llamemos, "movimientos sociales", ¿Existe el Primer Bo-Bo?, ¿se reúnen unos cuantos para decidir la filosofía y la estética del movimiento? o es como en la cocina, juntamos unos cuantos ingredientes individuales, los calentamos y termina saliendo una fabada.
Si fuera así, los imitadores ¿intentan ser fabes o fabada?