jueves, 13 de marzo de 2008

Los interpretadores del voto



Estos días prolifera una estirpe de interpretadores del voto. Ahora que los vecinos acabamos de depositar en las urnas nuestro texto. Encuentran todo tipo de motivaciones a nuestros votos. Se parecen a esos tipos que siempre saben las verdaderas razones por las cuales los demás hacemos las cosas. Interpretémosles a ellos.

Disfrazan de cientificidad sus sesudas opiniones cuando no son sino meros impulsos instantáneos destinados a llevar el agua a su molino.

Así, por ejemplo, explican adónde han ido a parar los votos radicales, los votos moderados, los votos del hartazgo, los de la protesta, los ideologizados y los acomodaticios. Todos los tipos de votos. Y además se lo saben por provincias, comunidades, localidades y barrios. Si tal barrio no ha votado determinada candidatura fue porque no se instalaron x elementos de infraestructura. Si tal comunidad autónoma ha virado hacia un lado o hacia otro se explica en función de las variables más bizarras.

Atentados, explosiones, debates, programas, todo puede ser metido en el cajón del sastre y ¡zas!, y como por arte de magia, ser causantes del voto que usted, lector, y yo mismo depositamos en nuestro colegio electoral, se supone que en secreto. Pero ellos no dudan. Tienen, como el psicótico, certidumbres. Nuestros votos pueden leerse como mensajes cifrados que luego ellos van a decodificar usando de su recta objetividad, pues, no preocuparse, saben aislar su propia subjetividad y sus deseos.

Revolviendo las estadísticas, pueden hacerlas decir aquello que les interesa. Que los votos de un partido han ido con seguridad a otro o que la abstención obedece a una clara lectura. Incluso la meteorología puede querer decir cosas, es un oráculo científicamente demostrado.

Todo magnífico. Ni que nos hayamos leído los programas. Ni coger hayamos seguido la campaña electoral con interés. Ni que llevemos años siguiendo los derroteros políticos. Ni que hayamos decidido libremente quienes son los políticos que nos van a representar. Nada de eso les importa. Si hemos votado a unos o a otros se debe a que nos dejamos influenciar por los hechos de las vísperas electorales, por los gestos cariñosos de los líderes, por el color de su corbata, pues en realidad nosotros, los electores, somos idiotas, influenciables por actos que nos emocionan y modifican nuestro voto. Porque además ya se sabe, nosotros no sabemos lo que votamos. Sólo ellos tienen criterio. De suerte que si se dan actos raros, como si en la vida no hubiera sino eso todo el rato, actos raros, singulares, acontecimientos imprevistos, si se dan actos de esa índole, hay quien ha llegado a sugerir abiertamente que se suspendan las elecciones hasta en tanto, nosotros, usted y yo, los electores, nos calmemos y no acudamos nunca a las urnas bajo la emoción de acontecimientos extraordinarios.

Estamos calmados. Que por nosotros no se preocupen. Votaremos elección tras elección a quien buenamente entendamos lo pueda hacer mejor. Y desde luego seguiremos haciendo nuestras elecciones bajo la misma lógica por la que elegimos a nuestra pareja, nuestra profesión, nuestros amigos. Por motivos subjetivos. Inconscientes. Dejemos que sea nuestro psicoanalista quien nos lo interprete.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Que sería de nosotros sin nadie que nos dijera lo que debemos de opinar?, así que en consecuencia, lo siguiente es interpretar lo que realmente hemos querido opinar.
Que tranquilo me quedo sabiendo que siempre hay alguien que me explica lo que digo aunque, al parecer, yo mismo no lo sepa. Retroalimentación le llaman ¿no?.