jueves, 10 de enero de 2008

Un jornalero palentino



Hoy sabemos que al menos un palentino luchó en las calles de Madrid el 2 de mayo de 1808. El jornalero palentino Domingo Rodríguez luchó y fue herido. Al menos es lo que se desprende de la investigación que ha realizado el académico Pérez-Reverte.

Quien fuera corresponsal de guerra, y después autor muy leído, suele ser exhaustivo en sus trabajos. Ello nos ha permitido conocer con nombres y apellidos las personas que se alzaron frente a la invasión francesa, y de paso, sacar algunas conclusiones.

La primera, que no sólo fueron madrileños quienes ese día se levantaron y lucharon. Palencia tenía su propio representante en la persona del jornalero Domingo.

La segunda, que fue el pueblo llano –la ‘chusma’– y no las capas altas de la sociedad quienes dieron su vida. Es una vieja melodía. Sabemos que hay que desconfiar de quienes se envuelven con la bandera española con el mismo amor con el que se aferran a su cuenta corriente y sus títulos nobiliarios. Llevan doscientos años amando por igual a ambas, bandera y reales, pero cuando las cosas se ponen crudas, cierran las ventanas y se quedan en casa, o tratan de que sus vástagos no acudan a guerras ni a líos, asuntos que siempre han sido para la plebe, para el pueblo llano, como hoy vemos en las guerras de nuestros días, o en las misiones de paz. En el dos de mayo se ve muy bien este retrato en la figura del joven Alcalá Galiano quien sale a pelear con lindas ropas, y se encuentra peleando junto a gentes del barrio ante quienes no se reconoce, que le medio increpan y decide volverse a su casa a fumarse un cigarrillo.

En realidad el dos de mayo fue protagonizado por el cerrajero Blas Molina, por los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, y por jornaleros como el palentino Domingo. Hartos de que los franchutes no pagaran en las tabernas, que molestaran a las mujeres, cansados de permanecer huérfanos de una identidad o de que no se supiera nada de los reyes del momento, siempre buenos agentes comerciales.

La paradoja del asunto es que el aire ilustrado procedente de allende los pirineos hubiera sentado bien al pueblo para una transformación decidida, tan necesaria para acabar de decir adiós a la estructura del Antiguo Régimen. Si se lee al unísono la investigación de Reverte, Un día de cólera, con el Napoleón, de Sthendal, se comprueba que a principios del XIX se perdió la gran oportunidad que nos condujo a la España invertebrada de la que hablaría Ortega. Y al convulso siglo XX.

Sthendal cuenta algo sumamente interesante, la reunión que tres días más tarde del dos de mayo tuvo lugar en Bayona una vez que se supo lo de Madrid: «Carlos IV hizo llamar a su hijo. El rey, la reina y Napoleón estaban sentados. El príncipe, que permanecía de pie, fue abrumado con las más sucias injurias. Napoleón, asqueado, dijo: Salgo de una escena de mozos de cuerda.» Es decir, que mientras los mozos de cuerda se enfrascaban en su teatro privado, los cerrajeros, los jornaleros, los taberneros se batían el cobre, navaja en mano, en la Puerta del Sol, en Antón Martín, tirando macetas desde los balcones…

Doscientos años más tarde dedicaremos el año que recién empieza a conmemorar la gesta del 2 de mayo, cuando “nos enfrentamos a los franceses”. Pero hay que poner en cuestión al auténtico sujeto de aquellos sucesos. ¿Quiénes nos enfrentamos? Ni fueron sólo madrileños, ni fue “todo el pueblo de Madrid”, ni fue apoyado por el ejército español, que vergonzosamente dejó solos a los héroes del cuartel de artillería de Monteleón.

De momento lo indudable es que allí estuvo al menos un palentino. El jornalero Domingo Rodríguez.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues si parece ser que como siempre la historia se manipula, y ya van doscientos años de mentiras y caspa.
Los franceses se pasaron 70 pueblos y ante esto se levantó el pueblo afectado, también es verdad que la iglesia empujó en este sentido lo suyo. Pero es verdad que fueron 4 de ellos que les dejaron solos, y los más gallinas fueron los nefastos Fernando VII y Carlos IV.