jueves, 27 de diciembre de 2007

Calendario


VECINOS ILUSTRADOS

Calendario


Contra el calendario no se vence. Su paso inexorable es un firme bastión. Tratar de esquivar su automaton está condenado al fracaso, pese a lo cual, tratamos de oponernos con mil variantes.

Hay versiones de nuestra época que nos llevan a negar el paso del tiempo y a sacar, por ende, las mejores lecciones para vivir acorde con la edad que tenemos y no con la que tuvimos. Modificaciones en lo real del cuerpo, variaciones en lo imaginario del cuerpo, más el paulatino cambio de visión del cuerpo en las sociedades modernas empujan en la dirección de oponerse a que pase el tiempo. Y tratamos así, como nunca antes se logró en otras épocas de transformar nuestra carrocería. ¡Por ti no pasan los años, se dice!

De igual modo que sentimos vértigo cuando nos encontramos con alguien que lleva en su rostro el deterioro lógico de la edad. ¿Y qué tiene de malo asumir que el tiempo pasa, que las cosas cambian, que la velocidad de las transformaciones de nuestro nuevo siglo requieren constantes acomodaciones?

Ocurre que se precisa no dejarse llevar por la cobardía moral refugiándose en atractivas formas de nostalgia, reclamando que otras épocas anteriores fueron mejores, y por tanto sentir que no merece demasiado la pena vivir sino es para evocarlas y repetir textualmente lo ya vivido. Programa que aterra a todo innovador, a todo inventor, a todo creativo.

La llegada del fin de un año, por otra parte no sólo nos recuerda ese paso del tiempo sino que puede ser buen momento para pensar, porque permite situarse en un devenir, en un antes y un después, donde la libertad nos permite oponernos a las inercias que gobiernan nuestras vidas y variar el rumbo de nuestra existencia. Contra lo inercial se puede vencer. Contra el calendario no se vence.

«El invierno nos mantuvo calientes...nos sorprendió el verano…» dirá Eliot, en La tierra baldía, recordándonos que el paso del tiempo siempre es una sorpresa independiente de la edad. «Mi hija ya va a hacer tres años», recordará Gamoneda en Blues castellano, para demostrarnos que pese a todo recuerda lo que sucedió cuando nació. Machado, en Soledades, querrá para el tiempo incluso apelando a la estética: «Detén el paso, belleza esquiva, detén el paso», o añorando: «Hoy, en mitad de la vida, me he parado a meditar…¡Juventud nunca vivida, quién te volviera a soñar!»

Sin embargo, nadie como Luis García Montero, el poeta granadino, para adentrarnos en la verdad del calendario, en su poesía “Los espejos”, cuando, tras recordar que los espejos de hotel no perdonan pues dice, son como animales de montaña que no aceptan el trato de los hombres, nos recuerda que la edad está en el interior tanto como en el exterior de cada uno: «Pero quien mira al fondo de sus ojos/ ve las grietas del tiempo, las arañas/ de un pasado que surge de improviso/ en mañanas de hotel y nos ofende».


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