jueves, 22 de noviembre de 2007

Invisibles mujeres



La invisibilidad de las mujeres es una constante a lo largo de la historia. En una ocasión me hice eco en un artículo de esta frase de la profesora Carmen García Colmenares en un libro titulado Mujeres palentinas en la historia. Pues bien, este viernes tendremos ocasión en nuestra ciudad de contrastar este y otros enunciados en la presentación de otro libro: Intelectuales palentinas del siglo XX.

La presentación de un libro no siempre ha de coincidir con su salida al mercado. Creo que un libro puede ser presentado desde distintos ejes temporales y en distintos escenarios. Porque un libro da para mucho. Y si no que se lo pregunten a un tal Joyce y su Ulises.

Pero además porque si se trata de no dejar pasar desapercibida la cuestión que trata, hay que volver una y otra vez sobre él. Y regresar a hablar de las invisibles mujeres de nuestra ciudad es volver a poner sobre la mesa la pregunta de por qué esa sinrazón de no visualizar la tarea intelectual, de hombres y mujeres, y en especial de no caer en la cuenta cuando son mujeres las protagonistas. ¿Es una manía del siglo XX? ¿Pasará a la historia como un tic de la sociedad de ese siglo? ¿O seguimos pensando igual? ¿Es la causa de las mujeres, una causa invisible?

El sub-título del libro que se presenta no deja lugar a dudas: Voces que rompieron el silencio. Que conste que el silencio no siempre es malo. Hay silencios y silencios. Como taceo es descifrable. Como sileo es inefable, mortífero. El silencio espeso es bueno que sea roto. Hubo entonces en nuestra ciudad, mujeres, que a lo largo del siglo XX irrumpieron en el silencio mortal de la escasa vida intelectual y abrieron algunos surcos. La pregunta es si dejaron o no de ser invisibles.

Hace poco alguien me decía: haga lo que haga nunca logro que me reconozcan, que reconozcan todo mi trabajo. Este puede ser el caso de algunas mujeres, y el de muchos intelectuales que pasan desapercibidos. Una fórmula puede ser que se unan y acepten perder vanidad y se sumen a empresas colectivas. Que acepten compatibilizar sus esfuerzos creativos con el diálogo con sus vecinos, en su ciudad. Si logramos que bajen a la ciudad, desde los cerros de sus elucubraciones y de sus creaciones, para comprometerse en una conversación, sostenida en el tiempo, con los vecinos ilustrados, con la opinión pública ilustrada, quizá podamos hacer más respirable nuestro espacio de vida en común y más sólido nuestro lazo social.

He leído, estos días, un libro del que es coautora una de las personas que va a intervenir en esta presentación de libros, la psicoanalista barcelonesa Shula Eldar, Deber de memoria. Allí desgrana lo esencial de una intelectual y escritora, Sarah Kofman, y de nuevo me he vuelto a topar con la pregunta que alienta el libro que se presenta el viernes y lo propio de una presentación de libros. Literalmente: Cómo decir lo que no puede ser dicho y no obstante debe ser dicho, de acuerdo a una exigencia ética que comunica con la exigencia de escritura más elevada.


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