jueves, 5 de julio de 2007

AMPUDIA



He decidido escribir este verano acerca de los pueblos o ciudades que me han acompañado, y de los viajes, remotos y cercanos. A la literatura del micro detalle de las personas imaginarias que emprendí el verano pasado en esta columna le van a suceder este verano el de la literatura del viaje. Y sorteando, ha salido la bolita con el nombre de Ampudia. Desconozco mi interés en escribir en primer lugar de Ampudia, así que trataré de obtenerlo tras escribir este artículo. En esta época estival, a los lectores, lo mejor que les pueda ofrecer no sea sino un trozo de viaje, especialmente dirigido a aquellos que no viajan sino a través de los libros y los periódicos.

El viaje a Ampudia es un viaje al pasado.
O dicho de otro modo, Ampudia puede ser el paradigma del futuro de algunos pueblos, un turístico viaje al pasado.Durante muchos fines de semana de la segunda parte de los noventa tomé café y compré la prensa cada mañana en Ampudia. Tan costumbre llegó a ser que viví como una auténtica ofensa cuando una novata empleada de la cafetería, me preguntó una buena mañana que por dónde había entrado, y es que los lugares cotidianos, acaban pareciendo pertenecernos. De repente comprendí que ese lugar no era propio sino ajeno. Otro tanto podemos decir de las ciudades a las que viajamos, de las que solemos traernos algo, como si eso nos fuera a reportar un trozo de propiedad. Años más tarde, para mí, tomar café en ese sitio es viajar al pasado, a las mañanas de los noventa.

La otra noche, cenando en un restaurante de Ampudia, contemplamos unas fotos expuestas de cuando en Ampudia se rodó la película El Cid, protagonizada por Charlton Heston, otro retorno. Al alejarnos y mirar a su excelsa torre de la colegiata, la giralda de Castilla, y su iluminación, no pudimos sino admirarla y aceptar que vivíamos un encuentro con la belleza sublime y silenciosa de nuestra callada tierra, la plasmada en los cuadros de Caneja. A la mañana siguiente, al revivir mi pasada afición a viajar unos pocos kilómetros a comprar la prensa, de pronto, acerté a ver con asombro los enormes molinos que le salían al paisaje de Ampudia y en especial a su castillo. El pasado, vestido de los ingredientes tecnológicos del presente. Una mezcla entre historia y futuro que es hilo conductor de tantas otras ciudades, y que es el tributo habitual del progreso. En un primer momento puede parecer una invasión, pero si se mira despacio, quizá no haya demasiados argumentos para pedir a las gentes castellanas que renuncien a sus intentos de no morir de silencio, para así contribuir a que el visitante vea un paisaje chachi.

Aconsejo un viaje a Ampudia. El vecino ilustrado retrocederá en el tiempo, y podrá leer lo escrito por gentes que no conocieron las prisas ni el posmodernismo. Y además, verá el noble intento de buenos políticos, de mantener el pasado, y de brindar una ocasión para el futuro, logrando un pueblo hermoso a un castillo pegado. A un castillo señorial castellano, y del siglo XV. Un pueblo que acogió una noche a Carlos V. Ahora veo por qué razón he escogido Ampudia como primer destino viajero de la columna de Vecinos ilustrados de este verano que recién comienza. Quizá haya pocas villas, pueblos o ciudades, que mejor representen el pasado histórico. Lo que en el fondo buscamos cuando acudimos a visitar una ciudad y lo primero que hacemos para orientarnos en ella, es preguntar por su centro histórico.

¿No tratamos, con ello, de alguna manera, de ir al corazón de nuestro propio pasado? ¿No nos mostró Borges que la memoria erige el tiempo?

1 comentario:

Miguel A. Paniagua dijo...

La última vez que estuve en Ampudia llegué por la noche, en invierno, para cenar. Y mientras nos acercábamos la visión iluminada de esa villa me fascinó.