viernes, 13 de julio de 2007

PARÍS



VECINOS ILUSTRADOS


«Quien ha tenido la suerte de vivir en ella cuando joven, luego París le acompaña, vaya a donde vaya, todo el resto de su vida». Hemingway dixit en París era una fiesta. Si alguien va a visita París, ese sí que es un libro recomendable, más que las guías turísticas.

Los turistas huimos de los turistas, contradicción irresoluble, por ello la lectura de novelas ambientadas en una ciudad nos permite mirar con ojos no turísticos una ciudad. Cada mes acostumbro a desembarcar en Austerlitz, nombre de batalla napoleónica y de estación de trenes, y raro es el día que no observo la emoción de las gentes al llegar a París, como al encuentro de la ciudad soñada.

Eso mismo ha quedado en la literatura, y así, en París no se acaba nunca, Vila-Matas, ciudad en la que vivió en una buhardilla alquilada a Marguerite Duras, confiesa que «…me gusta mucho andar por esta ciudad, andar a veces durante toda una tarde, sin rumbo preciso, aunque tampoco exactamente al azar,…pasar por un sitio que no he visto hace tiempo. Pero también lo contrario: pasar por uno por el que acabo de pasar. Me gusta tanto lo que hay en París que la ciudad no se me acaba nunca».

El lema de ‘siempre nos quedará París’ viene a reforzar la idea de ciudad interminable, y de ciudad para cualquier época del año, y para las más variadas actividades. Ir a París es como cumplir el sueño de Leon Foucault quien con su péndulo de 1851, lanzó el mensaje de “Vous êtes à venir voir tourner la terre…”, es decir, se puede contemplar el acontecer del cosmos, sus revoluciones, sus idas y venidas, sus metamorfosis, todo ello sin moverse de la ciudad de París.

En Arts et métiers, en la rue Réaumur, se exponen los objetos del desarrollo científico y tecnológico, y en una televisión de 1955, se puede observar una marca-slogan de esas primeras televisiones: “La voix de son maitre”, la voz de su amo, de claras resonancias hoy, cuando la televisión ha pasado a convertirse en el gran amo, en el gran hipnotizador. Es muy interesante que un objeto que gira en torno a la mirada, enaltezca otro objeto, la voz, auténtico significante de amo. Pasear por este museo, famoso merced a Umberto Eco y su novela El péndulo de Foucault, es pasear por la historia de la humanidad, por sus logros y por sus avances, es pasear por una calle cualquiera de París, -he de confesar que mi favorita es la rue saint honoré, no por sus tiendas, sino por su historia-.

Cuando Philipp Blom en Encyclopédie, libro que narra las vicisitudes de los enciclopedistas en el París de 1751, quiere desacreditar a Diderot frente a Jaucourt, dice que el primero apenas había salido de París, mientras que el segundo era hombre de mundo. Como si no salir de París no fuera sino esperar que otros trajeran el mundo, como llegó un día el obelisco desde Luxor.

Si este verano, el vecino ilustrado se va acercar a París, después de haber viajado a Ampudia, no dude en tomar café en La Closerie des Lilas, buscar en el Louvre algún cuadro de Arcimboldo, sentarse junto a algún estanque de las Tuileries, y sencillamente, pasear París. Una ciudad que no se acaba nunca.


No hay comentarios: