miércoles, 7 de febrero de 2007

Teoría de las ficciones


Como quiera que se ha celebrado el Día del Libro, es de esperar que los vecinos ilustrados hayan corrido a la tienda de su librero de cabecera a comprar su libro esperado. Por mi parte les hablaré de uno que me trae de cabeza.

Se trata de la Teoría de las ficciones, de Jeremy Bentham. Por ella comprobamos que las grandes construcciones jurídicas, lingüísticas, psicológicas no son sino entidades ficticias. De suerte que no son entidades reales. Y nosotros que pensábamos que una sanción de una jueza, un significante o un trastorno bipolar existían, comprobamos que no, que no tienen sino existencia figurada y que se han inventado por los hombres para dar nombres a lo que no existe como entidad real. Bien.

De seguir así, entonces podemos deducir que la realidad tampoco existe, que es una gran mentira, un gran invento de los hombres para sobrevivir. Que la realidad es cambiante, que puede ser nombrada y modificada a capricho, que lo que vemos podemos verlo como unos dibujos animados. Y entonces le vamos a dar razón al paranoico que piensa que todo esto es un gran montaje para perseguirle y molestarle.

A ver ahora cómo le explicamos todo esto al vecino que acostumbre a exclamar que ‘las cosas son como son’ y que por todo ello ‘no hay que darle vueltas’. Doy la razón a este tipo de vecinos que proliferan tanto, cada día me identifico más con él: los intelectuales están todos locos, hay que cerrar los libros y empezar a ver la TV como posesos; a comprar el ¡Hola!; a dedicar el tiempo libre a jugar a algo, como por ejemplo, a meter una bola en un hoyo o a algo parecido que distraiga de la cruda realidad. Total si todo es una ficción, y si incluso la verdad tiene estructura de ficción, para qué dedicar el tiempo a formularse preguntas, mejor empujar la bola hacia el hoyo, y luego contar cuántas veces se ha metido la bola, con qué grosor de palo se ha empujado la bolita, la media de los golpes, y evaluar el impacto que tales hazañas produce en los otros. Aunque pensándolo bien, no es incompatible, el juego de la bolita y el hoyo, con la lectura de libros, incluso puede que haya algún amante del golpeo de bolas hacia el hoyo que a su vez lea asiduamente.

Son entidades ficticias tanto la lectura como los juegos sofisticados de canicas. También lo es la paternidad, y más ahora, en la época del declinar de la función paterna.

Estos días a propósito del Día del Libro he leído varios comentarios sobre el futuro de la lectura. Un autor dice que en EEUU, dentro de unos años, sólo 150 norteamericanos habrán leído Ana Karenina. Si hubiera leído a Bentham, sabría que da lo mismo que una nación, entidad ficticia donde las haya, tenga muchas bibliotecas o muchos campos con hoyos y canicas. Se sabe que Bentham influyó en los ilustrados que redactaron el Código Penal de las Cortes de Cádiz. La influencia que su libro puede ejercer en un vecino ilustrado es obvia: desprenderle del goce de leer por leer.

Publicado en DIARIO PALENTINO el 27 de abril de 2006

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