jueves, 8 de febrero de 2007

Cinéfilos



Resulta que esta semana se celebra en nuestra ciudad un ciclo dedicado a hablar de cine y de películas que tienen que ver con el ámbito de la justicia. No por casualidad, alguien ha querido unir cine y justicia. De todas las informaciones que se ha publicado me ha interesado la pregunta acerca de la diferencia entre la ficción, el cine, y la realidad, el derecho y la justicia de cada día. Me ha interesado porque parte de la idea de que lo jurídico no es una ficción.

Y no es así. Al menos si se sigue a Bentham, de quien ya hemos hablado en esta columna glosando su excelente Teoría de las ficciones. Desde entonces sabemos que las grandes construcciones jurídicas no son sino entidades ficticias, no son entidades reales, sino que forman parte de un entramado simbólico que persigue precisamente construir la realidad. Es decir, que una sentencia de un juez, lejos de formar parte de nuestra realidad cotidiana, participa del intento de transformarla. Es por ello que su existencia es figurada, tan de ficción como la mejor de las películas.

En El balcón, la obra dramática de Jean Genet podemos ver cómo los personajes gustan de interpretar a otros personajes para sacar adelante sus más auténticas fantasías. Otro tanto se podría decir de las personas del mundo judicial: constituyen un excelente mundo dedicado a representar un papel en la gran película de cada día. Y hasta se disfrazan, visten un uniforme, forman parte de las profesiones que han de usar un ropaje diferente al habitual. Interpretan.

En Más allá de la pantalla, un libro didáctico sobre cine hispano, de Luis Martín Cabrera, un profesor castellano, que enseña castellano en los USA, se incorpora entre los apéndices, uno sobre expresiones usuales en los juicios, dando idea de la cantidad de películas que existen en donde aparece un juicio. Desde luego si los organizadores, como parece ser, van a continuar otros años no van a tener problemas en la selección de películas en donde aparezcan jueces, fiscales y abogados. Y es que mucho de la vida social se dirige por esos derroteros. La fragmentación social, la declinación de la figura paterna, la despiadada lucha económica, y los negocios, necesitan de la actuación de un juez, precisan de toparse con la figura de un juez.

El cinéfilo, en cualquier caso, es un lector empedernido. Por eso, Esquete, glosaba en su columna de este mismo rotativo, su afición doble por la lectura y por el cine. Porque ver cine es leer imágenes. Y como se trata de leer, los malos lectores no suelen ir al cine a leer, sino a consumir imágenes, goce menos ilustrado.

Y advertir al lector, que esta idea de unir cine y justicia, parte de otro templo de ficción, el Club 38. Ya glosamos en El 38 hace 37, y en 1966, la capacidad de resistencia y el empeño en no ser modernos, -que siempre se quedan atrás-, de sus inventores, de Esparza. Pero fue en otro artículo Buñuel 38, en el que recordamos su tándem con el cine, Bardem entrando en el 38, Casablanca y su “siempre nos quedará París”, para acabar de aceptar que As time goes by, lejos de ser un canto nostálgico, nos invita a hacer algo productivo, como esta magnífica idea de sentar a hablar a dos entidades ficticias, cine y judicatura, en el tiempo en el que transcurren nuestros cinéfilos días.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 8 de febrero de 2007

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