sábado, 10 de febrero de 2007

SOCIÓPATAS


SOCIÓPATAS


Es bien conocida entre los vecinos la expresión de psicópata. El cine, americano por supuesto, ha puesto de moda esta noción, que incluye un comportamiento extremadamente peligroso para los demás, a veces suicida y casi siempre homicida. Se sabe entonces lo que puede ser un comportamiento psicopático. Pero es más desconocida la noción de sociópata. Y resulta que les sufrimos todos. Les sufren los niños en el colegio, los adolescentes en el Instituto, las familias en su entorno, las Personas mayores en las residencias.

Las clasificaciones internacionales de enfermedades incluyen este tipo entre los trastornos disociales de la personalidad. Y hablan de sujetos despreocupados por los sentimientos de los demás, marcadamente irresponsables, con una incapacidad para mantener relaciones personales duraderas, en ocasiones violentos, irresponsables ante normas, reglas y obligaciones sociales, etc.

No hace falta sino escuchar a la sabiduría popular para darse cuenta de que estos sujetos existen desde siempre, y se camuflan muy bien en todas las organizaciones. Uno de los rasgos más claros, y que suelen pasar desapercibidos, es la proverbial predisposición a culpar a los otros de los líos y conflictos en los que se meten. El sufrimiento que generan alrededor se puede entender que es muy amplio. Quizá porque tocan la fibra sensible de la convivencia social: la confianza en la palabra del otro.

En la época en que todo parece caminar hacia el contrato, el protocolo de actuación, la regularización de toda práctica profesional, la normativización del estornudo y la hora del café, la legislación de casi todo, en esta época, que es la nuestra, la que nos está tocando vivir, el sociópata vive a sus anchas, porque paradójicamente se aprovecha de las nuevas ficciones jurídicas.

Y así, si se regulan los comportamientos de maltrato escolar, el sociópata se las apaña para burlar los controles y abusar, eso sí, con fineza. Si se intenta evitar el abuso sexual en las relaciones laborales o sociales, surgen los sociópatas que intentan obtener beneficio productivo y engañar con descaro. Si se quiere acabar con la violencia de género, surge el sociópata que finge y denuncia a la compañera o al compañero, haciendo un flaco favor a los que realmente sufren esta lacra. Y así, podríamos enumerar las situaciones en que el sociópata encuentra acomodo en los huecos que permite la norma y su regulación social.

Por no hablar de los niños que impiden los juegos de la clase o del recreo o del barrio, o se los cargan sutilmente, los que ni hacen ni dejan hacer, quienes no dejan que se formen las pandillas ni los grupos, pues su auténtico modo de goce pasa porque nada social se produzca. Y qué decir de quienes ponen pegas a toda construcción de convivencia social, abanderando la queja, y exagerando los malentendidos, habituales en toda relación de comunicación social o desprestigiando al líder, sea quien sea. Porque el sociópata nunca es líder de nada, más bien está agazapado en los grupos a la espera de los fallos de los demás para culparles dado que él o ella son incapaces nunca de sentir la más mínima culpa.

No hay que tener miedo de desenmascarar al sociópata. Sólo hay que echarse a temblar cuando obtiene un alto cargo de representación política, social o judicial. Entonces hay que temer el peor de los desastres. He visto los efectos en directo y también sé lo he escuchado a lo largo del tiempo a las más variopintas profesiones, desde jueces a maestros. Incluso ha sido sobrecogedor oír el lamento de jóvenes que sufren en silencio a un padre sociópata. He observado la valentía y el arrojo que se precisa para encararse con decisión ante estos tipos.

Son minoría, pero se lo acaban cargando todo. Y al final, nos obligan a ponernos sombríos, a abandonar el sentido del humor, a ponernos a la defensiva ante la vida social, a hacernos todos más desconfiados y precavidos.

La antítesis del vecino ilustrado, que pone su saber al servicio de la ciudad, es el vecino sociópata, que se goza de ponerse la ciudad a su servicio.

©DIARIO PALENTINO, publicado el 30 de marzo de 2006.

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