sábado, 27 de enero de 2007

Pesimistas de Palencia


Pesimistas de Palencia

Dicen los pesimistas que un optimista es un pesimista mal informado. Porque si tuviera todos los datos se cambiaría de bando. Sobre el futuro de Palencia como ciudad no se escuchan sino los más afilados juicios en los que los pesimistas hacen su agosto. Está de moda hablar en términos negativos de lo que nos aguarda colectivamente. Es el triunfo de los pesimistas palentinos.

Lo que sucede es que les llevamos décadas escuchando esa canción del no futuro, y mientras tanto, aquí seguimos, en una ciudad que labora con el mismo entusiasmo que cualquier otra. Con despoblación, desde luego, con menos industria, bueno, con fenómenos en general que no son ajenos a otras ciudades, pues los movimientos migratorios no son sino efecto de los cambios socioeconómicos e incluso ideológicos. Si se lee a un newyorkino, pongamos por caso, y habla en términos negativos del futuro de su ciudad nos sorprende, y lo atribuimos a su carácter o personalidad, pero si se lo escuchamos a un palentino y se lo discutimos es él quien nos lo atribuye a nuestra optimista forma de ver la vida.

¿Y qué dicen los pesimistas de lo palentino? Primero que los ‘otros’ no hacen nada por su ciudad. Es muy curioso no escuchar ningún lamento negativista a quienes están en faena, bien alentando proyectos, organizando cosas, planeando nuevos asuntos. Sin embargo suele ser habitual escuchar negros augurios a quienes están de siesta. Freud decía que el deseo potente de dormir, de dormitar, que tiene el ser humano, le enfrenta con todo aquel que quiere despertarle. Por eso cada vez que alguien, especialmente si es jóven, intenta hacer algo, se escucha un coro de gentes que le desaniman de intentar nada en esta ciudad. El pesimista quiere tranquilidad y añorar los viejos tiempos, por eso suele repetir esa cantinela de “en mis tiempos”, pues él siempre está en ese escenario de ‘en sus tiempos’.

El pesimismo de Palencia no es ninguna broma. Porque existen riesgos como las profecías de autocumplimiento, en las que el mero hecho de manifestar en voz alta un augurio inaugura el camino para su cumplimiento. Es algo que saben muy bien los publicistas. Por eso la repetición del slogan acaba triunfando, sea el que sea, porque opera desde la sugestión imaginaria. Es por eso que se suele decir que una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en una verdad.

Cuenta Ricardo Piglia en Formas breves, que cuando James Joyce fue a llevar a Jung los escritos de su hija Lucía, psicótica, le manifestó que la escritura de su hija era igual que la suya propia –estaba escribiendo Finnegans Wake–. La respuesta del psiquiatra suizo fue elocuente: “Sí, pero allí donde ella se ahoga, usted nada”.

Para los que en su día decidimos vivir y laborar en Palencia sabemos que más bien se trata de nadar en medio de lo que nos ha tocado en suerte. Y sabemos que hay orilla. Y meta. Cada uno hace lo que puede. Pero no conviene ir anunciando orilla y meta. Ya llegará. Pero mucho menos describir su contorno: el pesimismo ahoga. Porque como le dijera Françoise Dolto a su hijo, siempre queda algo por hacer.

Los pesimistas palentinistas me recuerdan a aquel responsable de la oficina de patentes londinense que dimitía de sus cargos a principios del siglo XX argumentando que ‘estaba todo inventado’.

©DIARIO PALENTINO, columna VECINOS ILUSTRADOS, publicado el 6 de julio de 2006.

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