viernes, 26 de enero de 2007

Los Embajadores en la Catedral


Los Embajadores en la Catedral

En la National Gallery de Londres se ve lo que en el Museo Catedralicio de Palencia. Una anamorfosis. Allí el cuadro es el de Los Embajadores, pintado por Holbein en 1533. Nuestros embajadores son el Retrato anamórfico de Carlos V pintado por Lucas Kranach también en el XVI.

La anamorfosis es una técnica pictórica -usada con profusión en ese siglo- consistente en deformar las imágenes de tal suerte que sólo pueden ser reconocidas si se las contempla con algún instrumento óptico o bien desde un determinado punto. Shakespeare se referirá a esta técnica -«Como las perspectivas que, miradas de cerca/ no muestran más que confusión/ pero que, vistas oblicuamente/ Presentan una forma distinta-. Y los surrealistas usarán de sus posibilidades para camuflar la realidad.

Desde luego que una imagen de un cuadro pueda verse exclusivamente si se la contempla desde un determinado punto de vista nos permite reflexionar sobre un asunto: las cosas no son tan simples como pensara el adagio popular de “las cosas son como son”. Y punto. Siempre se suele argumentar con ese cerrado…y punto final, que torna inviable cualquier conversación. Podemos contradecir: “las cosas no son como son”.

Veamos el ámbito científico. Los actuales estudios de sociología de la ciencia, muestran cómo la propia ciencia no es tan aséptica como creíamos. Se rechaza la distinción entre contextos de justificación y contextos de descubrimiento en las investigaciones científicas, de suerte que ambos pueden ser estudiados por historiadores o sociólogos y psicólogos. Y desde luego se insiste en que la ciencia puede no ser una imagen de la realidad sino una construcción social mediatizada por el punto de vista social del momento, y que los productos científicos –asistimos en la actualidad a la controversia entre investigadores públicos y privados en relación al genoma humano- son fruto de procesos de negociación e interacción social entre científicos. Por no hablar de las luchas de poder, los fraudes -Schön en física recientemente- o las luchas por puro prestigio que determinan los cuándos, porqués y cómos de los avances científicos. Todo ello nos sitúa en un escenario en que es posible el escepticismo ante las llamadas ciencias puras cerradas ante el despliegue de las humanidades, y sobre todo la urgente llamada de la ética para controlar la ciencia a través de la participación ciudadana en los comités de ética.

El ejemplo que traemos hoy es el de un cuadro que nos permite pensar lo diverso frente a lo único, a la hora de representarnos el mundo. Nuestro cuadro nos permite preguntarnos cómo leer imágenes. Los Embajadores muestra una figura en el frente, delante de las figuras del embajador y de su amigo, que a simple vista no se sabe lo que es; sólo desde un ángulo puede verse con nitidez que se trata de una calavera.

Pero también la anamorfosis ha dado pie a ser relacionada con la anorexia. Una visitante ilustrada que acudió a conferenciar a nuestra ciudad, y que se sorprendió al saber que podía contemplar una anamorfosis en Palencia, ha sostenido en varias publicaciones la tesis de que en la anorexia, deformando ante los demás la propia imagen del cuerpo, se trataría de mostrar el horror al mundo, en la maniobra de pasearse con un cuerpo cadavérico. Otros psicólogos señalan la distorsión de la percepción en los sujetos anoréxicos y recientemente organismos públicos han inventado juegos de ordenador para corregir según ellos, el desarreglo perceptivo que tendrían estos enfermos de una enfermedad de moda, que pueden recordarnos un cuadro en anamorfosis. A nadie se le escapa que vivimos un momento histórico en el que se revolucionan las concepciones sobre el cuerpo y su imagen. Francis Bacon pintando a Inocencio X (1949), tratando de modificar el cuerpo puede ser el giro que permite ver la caída de los ideales frente a la seguridad del Inocencio X de Velázquez (1650).

Leer un cuadro entonces no es tanto buscar un simbolismo; desde luego en Los embajadores se han señalado la apertura a posibles sentidos tanto de los objetos como de la disposición que tienen, como de la rotura de una cuerda de un alud, símbolo dicen, de la fragilidad de la vida, o el espectro de la muerte patentizado en la calavera.

Nuestro Retrato anamórfico de Carlos V que sólo puede comprenderse mirando a través de un agujero en la parte superior izquierda de su marco es un vecino de nuestra ciudad al que quizá haya que visitar con más frecuencia.

Y más que como una curiosidad puede contemplarse como un libro abierto: que en cualquier cuadro la mirada desaparece aún cuando se la busque, que el uso de la geometría y de la anamorfosis tiene por fin cautivarnos al mirar el cuadro, y que aún cuando exclusivamente podemos ver desde un punto, lo cierto es que en nuestra existencia somos mirados desde todas partes, como por otra parte, saben muy bien los agorafóbicos –esos sujetos que no pueden caminar solos por una gran plaza vacía de gente-.

Nuestra anamorfosis, Retrato anamórfico de Carlos V es un vecino ilustrado que nos enseña cómo obtener nuevos saberes sobre la manera de ver el mundo. Ya que como diría Jacques Lacan «lo que miro nunca es lo que quiero ver».

©DIARIO PALENTINO, columna VECINOS ILUSTRADOS, publicado el jueves 30 de octubre de 2003.

No hay comentarios: