martes, 30 de enero de 2007

El gen del sentido del humor




El mismo año en que se demolía en Palencia el Arco del Mercado, 1909, Wilhelm Johannsen utilizaba por vez primera el término gen. No fue hasta 1953 cuando Watson y Crick descubrieron su naturaleza química al describir el ADN y su estructura. Sabemos que a lo que Mendel llamaba factor hereditario, responsabilizándolo de la herencia biológica, no es sino la secuencia de ADN clave para leer la información: constituye el peculiar código genético de cada persona. Cada gen se puede decir que es un trozo de ADN. Como quiera que la información contenida es básica para entre otras utilidades avanzar en el descubrimiento de la causa de enfermedades o mejorar el diagnóstico prenatal, desde 1984 nació el Proyecto Genoma Humano. Se pretendía así conocer la secuencia completa del ADN, toda la información genética. En un tiempo menor de lo esperado, año 2001, y no sin vicisitudes se había logrado secuenciar casi todo el genoma humano, es decir lo que simbólicamente se conoce como la herencia de la humanidad: el conocimiento de la estructura de cada uno de los cromosomas y genes humanos. Hoy sabemos que hay entre treinta y treinta y cinco mil genes codificadores de proteínas.

En la búsqueda científica no se ha encontrado aún el gen del sentido del humor. Y lo decimos con total seriedad.

Quienes consideran que la educación y la socialización no tienen sino un papel menor en el desarrollo humano pues lo importante del comportamiento humano se encuentra en la información genética vienen manifestando sotto voce su alegría cada vez que va llegando nueva información. Y aunque públicamente se muestran cautos, los libros que van publicando muestran su absoluto convencimiento en la genética de la conducta, en la fuerza del hereditarismo frente a los esfuerzos de los que llaman ambientalistas a quienes ridiculizan. De nuevo estamos frente a la vieja querelle entre antiguos y modernos que recorrió siglos anteriores. Sólo que ahora los modernos son los partidarios de la aplicación genética. Los antiguos ahora son los partidarios del desarrollo humano en el foro social.

Así, poco a poco, se va infiltrando una lista de genes secuenciados a quienes se les adjudica la causa de una o varias enfermedades. Pese a que los sectores más serios se alarman ante la falsedad de tales informaciones aparecidas en los medios, el goteo de datos es constante. Los seguidores de Francis Galton -«la naturaleza prevalece sobre el medio en la determinación de las características psicológicas individuales»- hablan del gen del alcoholismo (cromosoma 11), del gen de las dificultades en la lectoescritura (cromosoma 6), del gen del déficit de atención e hiperactividad (cromosoma 11), del gen de la neuropatía familiar (cromosoma 18)…Sin dejar de reconocer el alto valor de "esa frase en prosa" que es un gen -definición de Ridley en Genoma-, y sin dejar de manifestar la necesidad de conocer los avances de los genetistas, -que nos han permitido saber cómo ayudar a las personas a quienes se les detecta enfermedades claramente de etiología genética como la distrofia muscular de Duchenne, la corea de Huntington, el Alzheimer, la trisomía 21, el síndrome del X-frágil, el síndrome de Turner, etc…-, hay razones para temer el mal uso de la información.

Hombres de ciencia como John Sulston, el secuenciador británico del genoma, nos han narrado sus esfuerzos y vicisitudes en libros encantadores como El hilo común de la humanidad, donde además no dejan de advertirnos acerca de los intereses políticos y mercantiles que acosan a cada paso a los científicos, con las posibles consecuencias funestas para la humanidad. Pero no es menos cierto que no se puede echar por tierra el noble esfuerzo de tantos y tantos educadores que tratan de ayudar al desarrollo y que demuestran el verdadero encanto del deseo humano aún topando con los límites de la carga genética. Existe un humor británico, un humor gallego. En nuestra tierra el humor aparece con tanta frecuencia que puede ser reconocido como un vecino más. Pero un vecino ilustrado, pues nos permite leer de otro modo el mundo. Sentido del humor que tiene un sentido: el de desdramatizar las más difíciles situaciones de la vida, el de afrontar las inclemencias, ora del tiempo, ora de la deslealtad, ora de las encrucijadas especiales. Sentido del humor que aparece puntual a la cita: lo acabamos de ver recientemente: inmediatamente de conocerse la noticia del noviazgo del Príncipe circularon todo tipo de chistes, juegos de palabras, acertijos…Sentido del humor del que se suele decir no ha de faltarnos nunca. Sentido del humor que sabemos no se hereda, no puede ir en los genes, pues presupone el lenguaje y los juegos que permite, los dobles sentidos, los equívocos, los sin sentidos, los malentendidos, la fuerza del instante –explicar un chiste es estropearle-, presupone que hay olvidos premeditados, cosas de las que no queremos acordarnos, cosas de las que nos avergonzamos y que expresamos en el humor. Es imprescindible leer El chiste y su relación con el inconsciente, de Sigmund Freud, para comprender todo esto.

Los nuevos darwinistas sociales se apoyan en los avances de la genética para justificar la inevitabilidad del statu quo social: hemos de educar a las personas para que acaben aceptando "su" lugar en el orden natural de las cosas. Como “todo está en los genes” no hay que preocuparse por la educación preescolar o la educación sanitaria. El determinismo biológico-somos títeres en manos de nuestros genes-, el nihilismo terapéutico –cuando una tendencia es genética no hay nada que hacer- son solidarios de esta concepción.

Es lo serio entonces, tomarse las cosas con humor, y retar a los nuevos partidarios de la selección, la clasificación y de la permanente evaluación –ciertamente no acertamos a saber qué buscan los que nos miden- a que nos digan en qué cromosoma se encuentra el gen del sentido del humor. Mientras, seguiremos valorándole como un vecino ilustrado más.

©DIARIO PALENTINO, columna Vecinos Ilustrados, publicado el 8 de enero de 2004.

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