lunes, 29 de enero de 2007

Días de lectura




Días de lectura


En plenas vacaciones los vecinos ocupan su tiempo en turismo y viajes, en recogimiento religioso, en familia, en simple descanso, en no hacer que es una interesante actividad no incompatible con las anteriores posibilidades, pero también en hacer de estos días, días de lectura.

Voy a proponer las que me rodean y absorben. André Gide y su Si la semilla no muere. Premio Nobel en el 47, Gide escandalizó con este libro al ser publicado en los felices veinte pues confesaba en esta suerte de autobiografía su homosexualidad. Hoy sería un libro recomendable para algunos timoratos; pero lo que es llamativo es la manera de relatar el transcurrir de los días. Tiene la misma altura que el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa, pues es pura poesía con perlas constantes; señalo una inolvidable del lisboeta: «La vida perjudica la expresión de la vida. Si yo viviera un gran amor nunca podría contarlo.»

Los dos volúmenes de la autobiografía de Castilla del Pino no tienen desperdicio. Leí de un tirón la segunda parte, Casa del Olivo, y fui a por la primera, Pretérito Imperfecto movido por la curiosidad de captar las raíces infantiles que demostraban la lógica de una vida como la que se narraba. Y me ocurrió lo mismo que leyendo el magnífico Garzón, el hombre que veía amanecer de Pilar Urbano. Que ilustran muy bien el que en la más tierna infancia ya se despliega en pequeña escala las formas de vida social, las elecciones vitales, y de igual que Garzón ya jugaba a pandillas que buscaban por los montes de Jaén a los delincuentes, es curioso que Castilla del Pino ya contaba en su pueblo de la provincia de Cádiz historias a un grupo de niños quienes seguían el relato inventado con la boca abierta, tal y como hiciera toda su vida construyendo un gran equipo en su consultorio psiquiátrico de Córdoba como consuelo por no poder obtener su Cátedra, y se ve cómo insiste en creer en sí mismo, es decir en su síntoma.

Los cien golpes, de Melissa P. es un retrato descarnado de una adolescente que dibuja muy bien nuestra época. Un momento de no límites ante el goce, en el que todo vale, con lo que nada vale. A los dieciséis años mantiene relaciones superficiales con su padres, lo cual no es privativo de nuestro momento, es una ley inmutable en todas las épocas históricas cuando se trata de dejar caer unas identificaciones y esperar el nacimiento de otras. Lo que es más llamativo es la función que cumple en su vida el Diario en el que anota todos sus encuentros sexuales y sus sentimientos. Es elegante esta forma de desdoblamiento.

Y como desdoblamiento perfecto, la genial novela del Premio Nobel de Literatura 2002, Imre Kertész titulada Yo, otro. El genial húngaro se pregunta todo el rato si se puede ver como veíamos a Garzón o Castilla del Pino con algo insistente y, repetido, que acompaña toda la vida, sintomático, en el ser humano o si los acontecimientos extremos –él es superviviente de Auschwitz- varían el yo hasta verle como otro. Dos de sus citas de frontispicio de libro son significativas a este respecto: Pessoa -«...yo no existía, yo era otro […] Hoy volví a ser de pronto el que era o el que soñaba ser.», y Rimbaud -«Yo es otro»-. Kertész se inclina por este desdoblamiento, lo que le hace más humano.

«La ironía es la forma más alta de la sinceridad». Sólo esta frase merece acercarse a París no se acaba nunca. Enrique Vila-Matas puede ser el autor más exigente y culto que podemos encontrar en nuestras librerías. Con una larga lista de títulos publicados –prefiero sin duda Bartleby y compañía- todos tienen un denominador común, son un paseo por la exquisitez de lo mejor de los escritores: Rilke -«Ganad las profundidades, la ironía ahí no desciende» o Renard -«La ironía es el pudor de la humanidad». Un paseo ilustrado.

A veces pregunto a algún vecino ilustrado, o a algún librero –normalmente se juntan ambas características para fortuna de todos nosotros- ¿qué estás leyendo ahora? Y la respuesta siempre me anima a seguir leyendo.

En estos días de lectura, compatibles con otros menesteres, no pienso que se trate de evadirse, está de moda decir que hay que evadirse, es una trampa, sólo se pospone a la vez que un imposible, uno no puede evadirse de uno mismo, de su otro, de lo que insiste. Más bien en Días de lectura se trataría de intentar desdoblarse, sumergiéndonos en las profundidades de lo que aún no sabemos.

©DIARIO PALENTINO, columna VECINOS ILUSTRADOS, publicado el 23 de marzo de 2005.

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