jueves, 4 de enero de 2007

ALFREDO CIMIANO





ALFREDO CIMIANO

No estamos en Königsberg, la pequeña ciudad alemana de la que nunca salió Kant, el gran filósofo de la moralidad. Pero al vivir asimismo en una pequeña ciudad, también encontramos nuestros vecinos ilustrados que forman parte del latido y del paisaje de nuestras calles. Sólo hay que ir a leer la última gran biografía de Kant, escrita por Manfred Kuehn, para percatarse de que era un hombre de costumbres fijas, hasta el punto de que los vecinos ponían los relojes a la hora justo en el momento en que el filósofo paseaba por delante de determinado lugar, siempre el mismo. Eso mismo podemos decir de Alfredo Cimiano, nuestro vecino ilustrado de hoy.

Y es que tenemos la suerte de coincidir en el tiempo con vecinos que tienen mucho que enseñarnos en la plaza pública. El psiquiatra y psicoanalista lacaniano Alfredo Cimiano es uno de esos personajes, vecinos entrañables, que constituyen una lección permanente por ser un pozo de sabiduría.

El sabio moderno, el sabio posmoderno, desde luego, no es el sabio del siglo XIX. Entre otras razones porque antaño gozaban del reconocimiento de todos sus vecinos, y ahora han de competir con otros muchos que o bien ‘tocan de oído’ o creen que saben, fauna de la que estamos poblados, y cada día más, dado que los efectos se empiezan a notar cada vez más temprano, cuando los niños y adolescentes se resisten a reconocer su ignorancia, y pierden el olfato para reconocer al que sabe, tan aturullados como viven en medio del espectáculo de los pseudo saberes televisivos.

Por eso la cercanía del sabio, del vecino sabio, que se lo ha leído todo, se distingue de la del acumulador de datos. Borges creó a Funes el memorioso, el personaje literario que no podía olvidarse de nada. Pues bien, hay sabios que son bibliotecas andantes y que a la vez muestran un auténtico deseo de saber. En Alfredo Cimiano se puede rastrear su identificación a su gran maestro, Sigmund Freud. En primer lugar ambos eran grandes paseantes de su ciudad, la Viena de principios del XX, y la Palencia finisecular y de comienzos del XXI. El primero tenía su parque favorito, que hoy lleva su nombre, el segundo ama la Huerta Guadián. Ambos grandes lectores, en especial de los clásicos de la psicopatología, de los grandes de la literatura y el pensamiento. Ambos honestos consigo mismo y con sus pacientes, y ambos amantes e investigadores de algunas cosas curiosas como la micología. Más bien, si pensamos que los herederos del pensamiento freudiano siguen vivos, tenemos entonces un botón de muestra en el doctor Cimiano.

En la época de la identificación horizontal, en la época del ¡todos iguales!, encontramos un vecino de la estirpe de los indomables, de los que buscan sus modelos en los libros a la vez que tienen en su haber el viaje por las identificaciones, y han llegado a los últimos puertos, a esos donde lo que resta es identificarse al propio síntoma y saber hacer con él. Como les sucede a los pilotos de aviones con las horas de vuelo, la experiencia es un grado. Pero para transportar a otros antes hay que pasar por el dispositivo del diván, y así, la acumulación de horas de diván, dan no sólo una oportunidad para saber más de uno mismo, sino para en su día bucear en el fondo de lo desconocido de los otros.

De cuna cántabra, afincado desde los setenta en nuestra tierra, el doctor Cimiano pasea la cincuentena, de seguro con recuerdos procedentes ora de sus años de médico en Villamediana, ora de sus intensos años en el Psiquiátrico “San Juan de Dios”, y en las últimas dos décadas de asuntos procedentes de su diván de psicoanalista de la calle Los Soldados. Escritor consumado y recientemente galardonado, sólo nos cabe esperar que a Alfredo Cimiano le suceda lo que a Kant, cuyos estudiantes “acudían una hora antes a sus clases a fin de asegurarse un sitio en el aula”, para lo cual el aprecio por el saber debería cotizar entre los jóvenes más alto que el apego al dinero. Esta semana se conmemora el 150 Aniversario del nacimiento de Freud, y Alfredo Cimiano hablará en la Universidad de León del recorrido biográfico del fundador del psicoanálisis. Desconozco el número de estudiantes universitarios que le escucharán, pero les aseguro que no me perderé ni una palabra de nuestro vecino ilustrado de hoy, vecino, como dijimos en esta misma columna hace unas semanas, de los que aceptan los imposibles, que se oponen al absurdo de que ‘nada es imposible’ porque se toparon con sus propios impasses.

Y que hicieron de ello, precisamente, un aliciente para seguir leyendo, y después, para acompañar las lecturas de una buena ración de paseos ‘calle mayor arriba’, ‘calle mayor abajo’, ‘huerta guadián arriba’, ‘huerta guadián abajo’.

©DIARIO PALENTINO, columna VECINOS ILUSTRADOS, publicado el 4 de mayo de 2006.

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