La novela
de Peridis
Tras Esperando al rey llega ahora para
nuestro deleite La maldición de la reina
Leonor, santo y seña de un estilo de escritura muy singular del escritor José
María Pérez, Peridis. Con esta su
segunda novela histórica consigue deleitarnos y hacernos soñar con la serie de novelas de Peridis.
El humor, (de retranca
de caricaturista), el amor (imposible, que da así una chance al deseo), el poder, (seco, sin erótica ni retórica), la locura, (y sus diques), y la piedra, sobre
todo la piedra, (como metáfora de los sueños), navegan también en esta nueva
novela histórica, y que habla mucho de la provincia de Palencia, de su pasado.
Piedras hermosas como
las del Monasterio de San Andrés de Arroyo, que han esperado siglos para entrar
en una novela del siglo XXI. Hay un momento en la novela en que la reina Leonor
le dice al arquitecto Ricardo: «Vos no
sois un maestro arquitecto, fabricáis ensueños con piedra». Creo que ahí se
aloja el sentimiento que recorre al viajero cuando se topa con la piedra
hermosa de un puente romano, de una catedral, de un claustro románico, de una
espadaña. Que la mirada recorre los siglos. Y esa es la virtud de la novela de
Peridis, un viaje a nuestra historia, pero con los sueños por bandera.
De hecho, John Elliott,
el prestigioso historiador de Oxford y de Cambridge ha escrito: «Lo que Peridis demuestra es que hay veces en
que la novela histórica consigue captar la realidad mejor que las obras de los
historiadores profesionales atados por sus documentos». Para a continuación
añadir: «Gracias por enseñar deleitando».
¡Qué razón tiene Elliott! El hispanista británico y autor de Haciendo Historia (2012) dejó escrito en
ese libro que trataba de transmitir «la
clase de recompensas que ofrece el estudio del pasado y transmitir algo de los
gozos que puede producir escribir historia».
Dejo una muestra de
esta última novela de Peridis: «Esas
pirámides de aire que festonean los ventanales son jaulas de sombra donde
anidan los sueños de las vidrieras cuando amanece. El diente de sierra que
circunda la portada de la sala es el espejo de las horas del día desde sus
comienzos hasta el declinar del sol».
Esta tarde presentamos
La maldición de la reina Leonor en
Palencia, en el Teatro Principal. Cita para el vecino ilustrado. Hablaré de
esto. Y parodiando a Elliott, de los gozos que produce leer historia bien
novelada.
Palencia, Teatro Principal, 7 de julio de 2016.
Me alegra especialmente volver a presentar una novela de
Peridis. El 1 de diciembre de 2014 en este mismo Teatro también abarrotado, una
tarde noche de otoño/invierno palentino, presentábamos junto a Gustavo Martín
Garzo, Esperando al rey. Allí evoqué
que en esa novela el personaje de la reina Leonor había escuchado de labios de
Leonor de Aquitania, su madre: “tenemos que alcanzar nuestros sueños”, y
de Raquel, la judía, en un Taller de Aguilar de Campoo: “un amor imposible me
expulsó y las cadenas me retienen”, y que entonces aparecía una frase que podía
ser la herramienta de lectura de ese libro. “el amor siempre es imprudente”.
Pues bien, si hoy tuviera que
elegir otra de este libro que presentamos en sociedad, me iría a la página 210:
“Vos no sois un maestro arquitecto, fabricáis ensueños con piedra”.
El
humor, el amor, el poder, la locura, y la piedra, y la provincia de Palencia.
Preguntaré a Peridis, sobre estos seis asuntos. Seis preguntas.
El humor
Lo
primero que quiero agradecer al Peridis novelista es que sea tan directo y sintético,
que capte tan rápido lo real en juego como lo es el Peridis viñetista de cada
día. Si queremos saber lo esencial de un día en la política de nuestro país,
acudimos a la tira de Peridis y allí sabemos qué pasa en la política versión
poder, de cada día. Es lo que Elliott, el hispanista ha dejado escrito de las
novelas que escribe Peridis, que cuentan la historia a la vez que te lo pasas
bien, que te ríes. “Tú subes con Conrado a Lebanza, a ver si con el aire fresco
se espabila”. Sentencia: “O lo come el oso, como a Favila”.
El amor
“El
primer amor siempre deja un rescoldo que dura toda la vida” (185). Turguénev en
su novela Primer amor, una novela, ya recuerda que el primer amor suele
ser infantil. Y finaliza en la imposibilidad, y en el ensueño.
El
deseo y el goce, y el amor están en serie muy bien descritos los tres elementos
diferenciados. Es la frase de Lacan, aquí puesta en la novela: “Sólo el amor
permite al goce condescender al deseo”. Donde mejor se refleja es en la trova
de la página 213: “Cuando llega el momento…” No ceder frente al deseo, poner en
suspenso el encuentro, aplazar la satisfacción,
(“Tolón, tolón, no nos dejes caer en la tentación”), no privarse de la
falta, pues sin falta no hay deseo. Que no falte la falta, de San Juan de la
Cruz.
El poder
Los
psicoanalistas decimos que nuestro poder radica de renunciar al poder, al poder
de la sugestión. Ahí nuestra fuerza. Pero el poder en esta novela es un poder
sin finuras, directo, seco. No se detiene ante el uso de niños ni de dineros. Y
los reyes combaten también cuerpo a cuerpo.
La locura
Enloquecer
de celos, de pena o tristeza, loca porque habla a las ovejas. Y locura o manía
o enfermedad, dice Peridis, al final cuando afirma que “le ha sorbido los
sesos”, el hecho de la escritura de novelas.
Se
ve que la locura no es como se nos hace creer ahora una enfermedad de la mente,
sino una enfermedad de las palabras, que o se dicen bien o se maldice. Freud
decía que no se ha inventado un fármaco más eficaz que un puñado de palabras
bondadosas, y se ve el efecto en la novela de las palabras en los personajes, en
los diálogos, y en las letras que vehiculan las canciones. Las palabras hieren,
pero las palabras curan.
La piedra
Los
ensueños con piedra. “Los arquitectos ordenan deshacer lo que con esfuerzo han
levantado sus operarios” p. 181. “Los excesos de los arquitectos…(p. 304)
“Todos los arquitectos soñamos con Catedrales” p. 214. (La luz y el misterio de
las Catedrales”), y una definición de arquitecto: “ Nuestra vida es un
sacerdocio… p. 307.
Palencia
La portada de la iglesia de Santiago en Carrión de los Condes. Un
Cristo que sólo habló para que le escuchara el maestro Mateo. El personaje del
escultor Fructuoso.
El Monasterio de San Zoilo.
Pero sobre todo…San Andrés de Arroyo. Citaré la página 63: “Doña Mencía
estaba orgullosa del primoroso claustro que había hecho el maestro Fructuoso.
El sol del atardecer pintaba de otoño las hojas de los capiteles. Ricardo quedó
admirado al verlo en perspectiva y declaró que no podía imaginarse que en aquel
rincón perdido de Hispania se hubiera podido labrar tanta belleza.“
Vivimos en
un rincón perdido de Hispania rodeados de la belleza de la piedra.
Nueva novela
No hay comentarios:
Publicar un comentario