Elogio de
la crítica y los críticos
¡Qué mala prensa tiene
la crítica! ¡Y que mal nos caen los críticos! Amordazados de mil modos, sea la
crítica personal que alguien nos hace, sea la crítica política, sea la crítica
literaria, profesional o técnica, siempre encontramos justificación para atacar
al crítico. Especie en extinción la de las personas críticas ante el perfume de
mediocridad que nos atufa.
Desde que Goethe, en
un poema del año 1774, dijera eso de: “¡Matad
a ese perro!, ¿no veis que es reseñista?”, o Nietzsche: “Los críticos quieren nuestra sangre, no
nuestro dolor”, no ceja el odio a la figura del crítico, especialmente,
como indicara Virginia Wolf, si la crítica no es buena para la reputación y el
bolsillo.
Con todo, lo peor nos
viene del propio Goethe, quien en A
vueltas con el Conde de Carmagnola,
hace esa horrenda división, que la mayoría repite sin saber de dónde viene,
entre crítica constructiva y crítica destructiva, un ardid más para
descalificar a la crítica. La crítica no tiene apellidos, sino la firma de
quien la hace, y además “sólo quien sepa
destruir podrá criticar” (Walter Benjamin).
¡Lo que sufren las
personas críticas! y así, “cuanto mayor
es su independencia, más intenso y feroz es el resentimiento que se le profesa”
(Marcel Reich-Ranicki).
Recuerdo la excelente
impresión que me causó Ignacio Echevarría cuando le presenté en Madrid en un
foro lacaniano sobre “servidumbres voluntarias”. Conocía su historia, había escrito
una reseña de un libro de Bernardo Atxaga en EL PAÍS. En el suplemento “Babelia”
no tardaron en hacerle la vida imposible, y hubo de dejar de escribir en ese
periódico. Hoy sigue siendo uno de los mejores críticos, es decir, de los que
te puedes fiar al leer sus críticas, pues sabes que obedece a su propio
criterio, su gusto, su saber, su opinión. Como expresara un crítico: “No estamos aquí para redactar billets
doux o cartas de amor, sino para decir la
verdad o lo que a nosotros nos parece
que es verdad”. Ese es el borde de toda crítica, que quien la hace tiene
sus limitaciones. También.
T. S. Eliot escribiendo
acerca de la función de la crítica advierte que en su mayoría busca dar barniz
y preparar…”sedantes agradables”. Pues
bien, otro tanto puede decirse de quienes se dedican a asesorar (o entrenar) a
personas: alaban y elogian tanto, hacen tanto la rosca, que elevando el ego y la
estúpida autoestima, creen ayudar. O recetan tranquilizantes, sin exigir
explicaciones acerca de la causa, motivos y responsabilidad subjetiva de esa intranquilidad.
De tanto no criticar, conducen a la dictadura
enjoy. A la muerte del pensamiento crítico.
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