jueves, 8 de mayo de 2014

Un crimen en Palencia

Los dos textos publicados en Prensa tras el asesinato de una joven psicóloga:

Los peligros de una profesión

Lo primero no estigmatizar al loco o a quien sufre desequilibrios psiquiátricos. Lo segundo prudencia a la hora de sacar conclusiones precipitadas. Al hilo de la actualidad este periódico pide unas líneas sobre el genérico tema de los peligros de la profesión de psicólogo. Los colegas que están en primera línea, arropados o no por una institución detrás, saben la cercanía del peligro físico en determinados casos. Pero quizá el peligro del que menos se hable sea el de la exposición del clínico, de quien conversa con el loco, a la angustia, que como se sabe es un vaso comunicante, mucho más que a la pasión del loco por la certeza delirante de que el clínico no ayuda sino que se ha pasado al bando de los hipotéticos enemigos que quieren perjudicarle.
Huyo a propósito de la expresión enfermo mental que se ha impuesto en los manuales desplazando a la expresión de loco de la psicopatología clásica, porque en tal giro lingüístico subyace el intento de sustraer al loco de su responsabilidad como sujeto, pues al considerarlo un enfermo le robamos también su saber discriminar el bien del mal. Y el loco puede ser bueno o malo; listo o no tanto; genial o mediocre; social o retraído, y del resto de valores morales, pues otro tanto, y se reparten al igual entre locos y no locos. No es loco quien quiere, sino quien puede, y nunca, nunca, debemos apropiarnos de su responsabilidad última como sujeto.
La transferencia, el vínculo afectivo y de suposición de saber del paciente con el clínico, pivota de lo mejor a lo peor, por eso insistimos a los clínicos más jóvenes a actuar advertidos de esos giros, pese a lo cual el peligro del paso al acto está siempre presente en determinados sujetos más repletos de la certeza que de la duda.

NOTA apresurada. Violeta, joven psicóloga a quien he conocido porque ha participado varios años en los CURSUS que el Seminario del Campo Freudiano y la Univ. de Valladolid impartimos en Casa Junco los últimos años, no pudo recoger su Diploma el otro día y aquí lo tengo. No se lo podré entregar ya. Pero su interés por el psicoanálisis y por seguir aprendiendo para ayudar a los que sufren lo recordaremos siempre.
FERNANDO MARTÍN ADURIZ
Psicoanalista. Coordinador del SCF en Castilla y León.  
PUBLICADO EN DIARIO PALENTINO el miércoles 7 d mayo de 2014


La responsabilidad del loco

Escribo estas rápidas líneas conmocionado por la triste noticia del fallecimiento de nuestra colega Violeta Guarido. Joven psicóloga, de 29 años, había asistido a los CURSUS que el SCF de Castilla y León organizamos conjuntamente con la Universidad de Valladolid en Casa Junco (Palencia), y el último “Psicopatología de la vida cotidiana” había sido clausurado el mes pasado. Violeta no había podido acudir y tenía en mi consulta su Diploma para entregárselo estos días, pero ahora ya no será posible.
En nuestra profesión a veces ocurren cosas así, un paciente más próximo a la certeza que a la duda ha segado la vida de un clínico, cuyo horizonte es la ayuda, la compañía, la tarea de secretario del alienado, por usar una expresión de Lacan. Esa función de escriba, de testigo de sus dichos, de soporte a sus inseguridades, de guía en sus devaneos, de testigo de sus juegos psicóticos la efectuamos sin más brújula que nuestro acervo teórico y nuestra mejor actitud, variable con cada sujeto. Y portando nuestro cuerpo.
Desconozco aún toda la intrahistoria del luctuoso suceso, pero al saber que la paciente permanece en estos momentos detenida en Comisaría me indica lo importante de atribuir la responsabilidad al loco en tanto sujeto responsable de sus actos.
Nazcan de donde nazcan, los motivos del crimen paranoico no eluden el punto de responsabilidad subjetiva, sino que al contrario tienen un sujeto que puede responder. Que debe responder.
Ernst Wagner se encolerizó con su psiquiatra, Robert Gaupp, tras dictaminar en 1913, que era irresponsable de los múltiples asesinatos cometidos por el loco maestro de escuela alemán, quien se negó en redondo a ser considerado enfermo mental y a permitir hacer responsable a su locura de sus actos criminales. Manifestó: “Yo declaro que asumo por entero la responsabilidad prevista en el Código penal y que me siento plenamente responsable”[1].
Borrar toda huella de subjetividad en los locos, -como solemos hacer alegremente cuando no les damos la palabra- únicamente puede llevarnos a la deshumanización. Y Pinel ya abrió la historia en su día para que todos nosotros, psicólogos como Violeta Guarido, pudiéramos conversar con quienes se plantan en el campo de las certezas delirantes –“el otro me quiere perjudicar”- y no se avienen con facilidad a dudar.



[1] Ver Álvarez, J. Mª, “Sobre el caso Wagner”, en El Caso Wagner, Asoc. Esp. de Neuropsiquiatría, Madrid, 1998.

PUBLICADO EN LA TRIBUNA DE PALENCIA el miércoles 7 d mayo de 2014

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