martes, 27 de mayo de 2014

De la sexta a la décima


Bruselas en blanco y negro
Todas las eliminatorias previas a la final de la Copa de Europa del año 1966 las viví con siete y ocho años tan nervioso como mi maestro de permanencias Don Ángel Medina. Nos daba clases a la salida de clase, en el mismo colegio. Pero cuando los miércoles había Copa de Europa cambiaba. Incomprensiblemente me mandaba a mí a comprar tabaco al estanco de la Avda. de Valladolid. Fumaba Chester rubio sin boquilla. Confiaba en mí, pero tenía que salir del colegio, recorrer cien metros o más y comprar tabaco en el estanco, y tenía ¡ocho años! No sé por qué asocio ese hecho a las Copas de Europa, pero es seguro que su deseo vivo me le transmitió bien. Estos días en Lisboa me acordé de mi maestro de escuela.
Pero esa final la vi en mi casa frente al primer televisor que había comprado mi padre, en blanco y negro. Recuerdo las voces de mi tío Elidio, y cómo cada vez que el Madrid fallaba un gol, se daba un tirantazo con aquellos tirantes que lucía antes de cumplir los 40. Sé que el gol de Amancio en el minuto 70 (¡la preparas como Amancio! fue un dicho que se repitió mucho después) fue que se la preparó al defensa del Partizan de Belgrado, que se había adelantado merced al gol de Vassovic. Y sé que alguien más había marcado un golazo, pero nunca recordé su nombre. 
Era la sexta copa de Europa. 
Peridis me contó hace poco que en una casa a escasos metros él había escuchado por la Radio las finales de la Copa de Europa de los años cincuenta. Mi recuerdo de ese año 1966 es el de esa final. También el de la final del Campeonato del Mundo que vi en un bar de la Calle Perines, en Santander, cuando el camarero casi rompe una silla justo en el instante en que Alemania forzó la prórroga y estuvo a punto de ganar a los de Bobbie Charlton.

La séptima se esfuma
Vi la final contra el Liverpool, en la casa de mis padres de Paseo de Nuestra Señora de los Ángeles, http://www.rtve.es/alacarta/videos/champions/derrota-ante-mejor-liverpool-1981/550986/ 
Recuerdo que ya novio de Ángela, entonces trabajaba de profesor de Educación Física en Villada, aún vivía con mis padres. La semifinal de la que pudo ser la séptima, la vivi en Andorra, con Requena y Chuchi, dos buenos amigos con quienes hice un viaje hasta San Remo en vacaciones de Semana Santa. Esa noche en un Hotel vimos cómo el Inter de Milan nos ganaba 1-0 y a punto estuvo de impedir que se pasara a la final.
Ese partido lo jugaron Juanito y Santillana. El sábado en el Metro de Lisboa, camino del estadio Da Luz cuando los aficionados del Madrid cantaban la canción de …y juanito la prepara y Juanito la prepara y Santillana mete gol…rememoraba los mejores recuerdos grabados en nuestro archivo.

La séptima llega
Con mi hijo Diego, de once años, en coche camino de la casa de su tío Pablo la emoción no podía ser más grande. Sabíamos que esta vez podía ser posible. Habían pasado 17 años desde el gol de Kennedy que nos había birlado la séptima en el estadio Parque de los Príncipes de París. 
Los gritos eran estruendosos en casa de Pabli. Recuerdo que cuando Mijatovic acertó, nos abrazamos felices, y recordamos a Pablo, el abuelo de Diego, que lloraba siempre que el Madrid marcaba un gol importante.
Después nos fuimos los tres, Diego, Pablo y yo a celebrarlo a Ponce. Y después, dejando a Diego en nuestra casa de Conde Vallellano, Pablo y yo seguimos ruta por unos bares llenos de gente abrazándose y cantando el We are the Champions de Queen. 

La Octava
Con mi hijo Diego ya con 12 años, enchufado a la gorra del Real Madrid, y a la camiseta de Suker, vimos muy tranquilos (en la casa que abandonaríamos diez días más tarde para mudarnos a otra), los goles frente al Valencia. Siete años más tarde cuando el entrenador del Valencia, Héctor Cuper, nos ayudaba a mover nuestro coche del aparcamiento del Hotel de Sevilla en el que vivía, no pude por menos, (oh, ejercicios de los recovecos de nuestra memoria) de evocar aquella final. Cuper me cayó genial, y sentí que era una gran persona. Pero perdía las finales. Y las finales no se pierden, se dejan perder. Las pierde quien se identifica con el rival y colabora con él. Los ludópatas, gozan perdiendo. Los sufridores también.
Por otro lado creo que mi hija Marta, ya con 8 años, empezó a sentir lo que yo sentía en 1966, viendo a los mayores llorando de emoción, y que eso al menos hace pregunta: qué tiene esto que hace levantar las emociones de este modo.

La Novena
La viví como un trámite, y fácil. Pero recuerdo la expectación previa, y una tarde de sol de mayo muy palentina. Eran épocas de mucho estudio, agotador, y el día le dedicamos a estudiar. Hicimos un alto dos horas antes para un paseo. Y mi amigo Javi Trigo me llamaba desde Pamplona animando y deseándome suerte, ¡como si yo fuera a saltar al campo!, tal es la identificación a una magia que nos contagia a unos y a otros.

A por la Décima
Pasaban los años, y no pasábamos de cuartos. Llegó un Presidente palentino, Ramón Calderón. Hablé con él en una cena en la que cambiamos el nombre de la Peña y le pusimos su nombre. Le dije más en serio que en bromas que lo que el Madrid pudiera necesitar es un buen psicoanalista, incluso le dije que formamos la Peña Lacaniana del Real Madrid entre colegas de varios lugares: Ambel, de Granada; de la Peña, de Madrid; Álvarez, de Valladolid, Hilario Cid, de Málaga (fallecido)...y Aduriz, de Palencia. Y eran años en que se veía claramente que la preparación psicológica estaba en manos de aficionados, de voces, de absurdos, de engaños, de cenas de hermandad, de apelaciones al 'miedo escénico', a espíritus (el de 'Juanito' no faltaba nunca si se trataba de remontadas), pero el desequilibrio entre la forma física o la técnica, incluso la buena táctica, y la mejor estrategia chocaban continuamente con una mala dirección de los 'yoes', y de lectura de las múltiples formaciones del inconsciente que iban apareciendo, de los narcisismos varios y de los discursos del amo, e histéricos que iban apareciendo.
El caso es que en 2007 me encuentro en Huelva abrazándome a José María Ramos, padre de Sergio, el héroe de la décima. Y que cuando vuelvo del bar en el descanso Ángela está hablando con el abuelo de Sergio Ramos, un hombre excelente. Y juntos vimos cómo el Madrid lucha hasta el final, y en el 91 Roberto Carlos consigue el gol de la victoria: el abrazo fue inmenso. Como el que nos esperaba en Lisboa…pero siete años más de espera.
Siete años con los tres últimos dolorosamente apeados de la final por un Barcelona en su mejor momento, un Bayern a los penaltis fallados por Sergio, entre otros, y por un Borussia que hizo el partido del siglo en su casa, y cuya remontada no fue posible por milímetros en el Bernabeu con un Sergio imparable.
Cuando fui d ela Peña 5 estrellas, sentí una sana envidia de quien mostraba orgulloso una camiseta que demostraba que había estado en Amsterdam, París y Glasgow. Y también Chema Crespo me había dicho que había estado en furgoneta en las tres ciudades.
Y por fin llegó el 2014, y los alemanes fueron cayendo (¡Ay Guardiola, ay Guardiola…!). La mañana del 29 de abril reservé en Sintra mi hotel preferido desde 1987, Seteais. Tuve la corazonada de que llegábamos a Lisboa. Pero no debí ser el único puesto que no pude encontrar Hotel para Lisboa. Tras el 0-4 y los dos cabezazos de nuestro Sergio Ramos, había que ir a Lisboa. Ahora teníamos otro problema, las entradas. Traté de ser socio desde 2006, desde que Ramón fuera Presi, pero me apuntaban en listas que ahora se han debido de perder, porque nunca me llamaron. El caso es que Javier, del Restaurante de San felices, Regajal de la Cruz más Pilar Calderón llamando a sus primos, más Chema Crespo, más Peñas, más Diego el conserje madridista de saeteáis, más Jesús Mañueco, atlético de pro, más los amigos del Restaurante de Padornelo, más Vivi y sus gestiones en Málaga...en fin que no había modo. Pero Diego se movió con entusiasmo y tras no pocos avatares, que nos muestran en vivo y en directo la naturaleza humana en su extensión más avariciosa, lo cierto es que la familia al completo, con Marta con la alegría y retranca habitual, Ángela con la prudencia y sensatez que nos permite frenar a todos a tiempo, y un Diego exultante recorrimos Lisboa, desde un majestuoso Palacio de Seteais, aplaudimos al autocar la víspera, vimos a un Cristiano enorme, pusimos la bufanda madridista a Pessoa, nos saludamos con madridistas salidos de todos lados (la conversación con dos mexicanos ilustrados en el metro tras el partido para enmarcar), cantamos en el metro apretujados en arriba arriba…que Juanito la prepara y Santillana mete gol…

La Décima
Lukita la prepara…y Sergio Ramos mete gol. Recordé a su abuelo, ya fallecido. Era el minuto 93'. Lo peor parecía posible. En la grada nos mirábamos unos a otros, y no dábamos crédito a que un equipo ramplón, sin ideas, sin haber hecho nada salvo rematar flojo en un cabezazo a una mala salida de Iker, y gobernado por un entrenador cuya psicología es 'motivar hasta fundir', iba a ganar un partido que había dominado el Madrid de principio a fin.
A la entrada Diego posaba con un Guti al que vi el día de "El tacón de Dios" en Riazor, y fiel exponente de los mejores 10 que pulularon por Chamartín, los Velázquez,  Martín Vázquez, Zidane...
Ni Diego ni yo habíamos probado bocado. Y Ángela y Marta estaban en la fan zone en Lisboa seguro que atacadas de los nervios. Detrás de mí había un único seguidor silencioso del Atleti, ciego, y acompañado de su pareja madridista que le cantaba o le contaba algo. Desde luego era ciego, pero tenía un vozarrón que sólo usó tras el gol de Godín, y que me había dejado a mí sordo pa tol partido. A mi lado un señor mayor, socio y abonado del Madri del 2º anfiteatro, y cuya suegra era de Guaza de Campos (vayas donde vayas te toca alguien de Palencia o con familiares, es la Palencia en la diáspora) que callaba y callaba y simplemente me hablaba de detalles técnicos muy sutiles. Y al lado de Diego, un compañero de pupitre de Morata, quien era muy muy atlético en infantil y que jugó en esos equipos, e incluso era antimadridista.
El caso es que estábamos en el Estadio Da Luz, y frente al equipo sufridor, y pupas, pero quienes sufríamos éramos nosotros. ¡Y cómo!
Pero los gritos de la grada eran muy significativos: ¡Sí se puede! ¡Sí se puede!
Y llegó el nieto del abuelo que nos había hecho la foto en el Nuevo Colombino... http://www.realmadrid.com/landings/copas-de-europa-ganadas/decima-copa-de-europa.html un nieto que acababa de meter un golazo quince días antes en Valladolid, lo vi de muy cerca, pero que se había tropezado en Balaídos. Y saltó y marcó. Al principio no supimos quién había sido, sólo sé que de pronto un grito eléctrico recorrió la grada. Creo que ha sido el gol más vibrante que jamás presencié en un partido. Nos abrazábamos mi hijo y yo como posesos, llorábamos, gritábamos, saltábamos, y abrazábamos a los de al lado, a los de abajo, a los de arriba. El aficionado atlético ciego estaba desconsolado mirando hacia abajo: para los atléticos la burla del destino era de nuevo cruel. Pero quedaba la prórroga. Ocurre que aquí es donde la psicología nos enseña eso que llaman el 'gol psicológico' que tiene la capacidad de hundir física y psicológicamente al que lo encaja. En realidad es el peso del significante, el símbolo que aprisiona las imágenes y obtiene un real negativo, hostil, extraño. Ni los gestos del entrenador expulsado -en su primera final champions- podían dar fuerzas a un equipo al que había fundido con una sobreexcitación exagerada, más el error DiegoCosta. El Madrid evitaba la lotería de los penaltis con un fútbol directo y al ataque, y llegaron así, el jugadón del fideo (mejor jugador del partido), el remate de un Bale muy fallón toda la final, pero que se redimía con ese cabezazo, el gol de un Marcelo al ataque toda la prórroga, y el penalti de un Cristiano que sacaba al final toda la presión de ganar en su Portugal la ansiada décima champions.

La utilidad de lo inútil
Cuando salimos del Estadio Da Luz y veíamos el silencio atlético, y la alegría interior, pensaba en ese niño que a los ocho años compraba tabaco a su maestro los días de Copa de Europa, y quizá en que nunca más iba a ver en directo ganar al Real Madrid una Copa de Europa. Hay viajes francamente olvidables, y los hay inolvidables. A veces una pequeña tontería en la vida alegra el corazón, ilusiona. En realidad todos nos engañamos. No es posible vivir sin el engaño, como no es posible vivir sin amor.  Como yo no podría vivir sin psicoanálisis, o sin mi familia, o sin el cariño de mis amigos (incluidos los atléticos como Jesús Mañueco, Miguel Martí o Patxi Aduriz, los culés como Javi Trigo, Jorge Cancho y Gus Aguado, o los del Celta como Luz Fernández con quien espero poder ver el próximo Celta-Real y cantar La Rianxeira).
Como no es posible vivir sin comprender la utilidad de lo inútil.










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