Nos lo quitarán todo, si quieren, pero no
nuestros sueños...ni la capacidad de fabricar sueños. Esta afirmación,
proveniente de una joven actriz al recibir el Premio Goya a la actriz
revelación, no es baladí.
¡La capacidad de fabricar sueños! Eso es el
cine. Eso ha sido siempre el cine. Como la literatura, como la poesía, como el
amor, dominios donde se fabrican sueños. Es decir, el cine ha formado parte
históricamente de todas aquellas cosas que no sirven para nada. Cosas no pragmáticas,
sin rendimiento inmediato, cosas que no sirven para nada. El problema es que
precisamente el objeto nada tiene un
valor incalculable, y si no que se lo pregunten a las anoréxicas que hacen del
consumo agotador de ese objeto uno de sus motivos vitales.
La frase de inicio de esa actriz, creo que
se llama Natalia de Molina, desde luego que se las trae: “Nos lo quitarán todo,
si quieren…” Es decir parte del supuesto de que existe un Otro malvado, capaz
de quitarnos lo material, claro, de subirnos la luz, de freírnos a impuestos,
de obligarnos a consumir para sostener el chiringuito, un Otro que puede
apostar por cargarse el cine como manifestación que problematice el poder y sus
discursos.
Estoy de acuerdo con la actriz en que ocho
horas de curro, dos de atasco, una hipoteca, dos tarjetas de crédito, tres gadgets, y una ración de grandes
almacenes acaban con la ilusión de cualquiera y ya no restan deseos de otra
índole, ni sexuales, ni amatorios, ni geniales, ni creativos, ni utópicos,
sencillamente no queda tiempo para los sueños. Ni cumplir el sueño de una
ciudad mejor, ni el de una vida diferente. Más bien resta la salida etílica, la
desrealización, las propuestas bizarras, o el postureo y la imbecilidad. Se
trata del empuje a una vida idiota, superficial y cotilla, sin ninguna atisbo
de realización del ser ni de lazo social. Hasta el punto de que se va logrando
que muchos vecinos puedan llegar a decir eso tan triste de que “no tengo tiempo
para leer”.
La historia nos enseña que ante la tristitia que ha producido siempre ese
panorama de segregación generalizada, el recurso al cine, a la fábrica de los
sueños, servía al vecino para evadirse, soñar, imaginar nuevos mundos, encender
la chispa de la creación, hacer propia la emoción de los otros, sus anhelos, y
sufrir en la butaca, y llorar, y reír.
Que se lleven todo, de acuerdo, y que sea
legal, que lo llamen tasas, contribuciones, impuestos. De acuerdo. Pero que nos
dejen los cines.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 13 de febrero de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario