He
asistido a muchos asesinatos del lenguaje castellano, pero juro que ninguno tan
esencial como el de hace unas semanas. Un decidido tendero me ha asegurado que
la carne buena es la que se consume transcurrido un tiempo tras la matanza del
animal, y así se evita comerla recién el riegos
mortis. Tengo testigos.
Se
podía pasar por sus “¿me se entiende?”,
o por sus “entavía”, pero fue muy
difícil tragar su locución riegos mortis.
Por puro rigor.
No
obstante, el caso es que se le entendió el concepto. Como entendemos el
acostumbrado “a groso modo”, en vez del correcto ‘grosso modo’, o el
generalizado “azararse” en lugar de azorarse.
Me
resulta más inhóspito el “haber si quedamos un día”, o el muy normal uso del “a
hablado” o similar que se utiliza con naturalidad en Twitter.
Pero
una cosa es que entendamos el P’alante en
el habla coloquial de la casa y otra que se lo oigamos a un locutor del
telediario en vez de recalcar bien el “para adelante”, una cosa es que un
escolar escriba huevra con v, y otra
que un universitario escriba Froid en
vez de Freud.
En
fin, que todos retorcemos un poco el bello y exacto lenguaje castellano, aunque
no deja de ser insólito el que nuestros jóvenes sepan tanto inglés como saben,
mientras desconocen cada vez con mayor desparpajo la lengua que más crece en el
mundo, que hablan millones y millones de personas, y que nació aquí, en
Castilla. Y aún más, que se habla tan estupendamente en Palencia.
A la
expresión riegos mortis de mi buen tendero
es difícil encontrarle rival. Lo sé. Por eso fue un momento único. Cuento los
días en que volveré a pedirle el producto del otro día y a esperar de nuevo su
amable explicación acerca de lo mejor para la carne.
Mientras
llega ese día, que nos reconforta con lo humano -como todo lo que es broma,
guasa, retranca-, mientras aguardo oír de nuevo su riegos mortis, tendré que conformarme con nuestros asesinatos
cotidianos, todos menos divertidos, con nuestros socorridos laísmos (“La voy a
dar un beso”, escuché ayer), o con nuestros bailes de gerundios, y los
‘hubieras’ por ‘habrías’, y viceversa.
Pero
no cambio ese superior riegos mortis por
los mediocres En vino veritas, In hilo témpore, A veas corpus. Quizá jugar con el lenguaje sea parte de nuestro Jus gestium. Y así evitamos el Taedium vitae.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 21 de noviembre de 2013.
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