jueves, 4 de abril de 2013

Olvidé decirte



         Tengo desde ayer el libro Olvidé decirte que apagaras el horno, del escritor palentino Abbé Nozal (Paramofilms, Palencia, 2013). He leído la primera página, y una lectura a lo Kennedy, más propia de un ensayo que de una novela, ya lo sé, pero quería opinar aquí cuanto antes: tenemos escritores palentinos que se atreven a publicar, a entrar en contacto con un público. Ahora bien, se requiere público, hacen falta lectores. Aquí tenemos a Abbé Nozal, un escritor palentino en busca de un lector.
            
         La pregunta que se me ocurría al abrir el libro es por qué razón un escritor iba a necesitar un lector. Lacan mostró que el auténtico destinatario de una carta es uno mismo. También dijo aquello tan hermoso de que uno recibe del otro su propio mensaje invertido. Es decir, interesarse por el propio inconsciente puede llevar a algunos a hacernos partícipes de todo su selva fantasmática, de todo su laberinto interior, de sus fuegos artificiales de búsquedas y perdidas. Ocurre que si no se dispone de un intérprete que se apreste a puntuar ese aluvión interior, la producción aumenta y se desborda sin límite.
            De ahí que la función de un lector tiene su lógica: el escritor esperaría así que el lector le interpretara. Y la segunda parte es que se deje. Una vez pude comprobar las fuertes resistencias de una escritora a reconocer que había escrito un novela autobiográfica, es decir, nos había contado su historia, camuflada en los personajes, porque hasta introducía elementos claros de su pasado. Sin embargo se negó tozudamente a reconocerse, y lo más que obtuve fue su beneplácito generaloide a reconocer que todos hacen lo mismo, lo que me hizo ver que no estaba dispuesta a leerse.
            
          No sé si hay escritores que no se leen, que sólo escriben. Algunos me han dicho que no se leen entre sí, que prefieren autores no coetáneos, como si dialogar con Stendhal fuera incompatible con leer a Garzo, por ejemplo. Desconozco si se interesan por ese libro que todos llevamos dentro que es nuestro propio inconsciente, o si están cerrados a leerse, a leer sus sueños, a captar el sentido simbólico de sus síntomas, de sus lapsus. La verdad, se me hace difícil aceptar que los escritores no están cercanos a su inconsciente, que vivan alejados de sus producciones sintomáticas o como el conductista cotidiano, -seguro como está de que lo importante son las conductas observables y cuantificables- terminen negando todo valor a la palabra y a las formaciones del inconsciente.
            
        El título de Nozal, un vecino ilustrado a quien seguimos en su alma de artista libre, ya es muy significativo. Porque cuando alguien se olvida de algo, desea olvidarse. Siempre.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 4 de abril de 2013

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