El éxito estos
días en China de la novela de James Joyce, Finnegans
Wake quizá pase desapercibido para el gran público, (muy preocupado estos
días por otro tipo de papeles, los de un tesorero, así de bajo hemos caído: una
nación leyendo los papeles de un tesorero) pero no para esos jóvenes que no se
arredran ante nada y leen y leen. Los menos, sí, pero los mejores y de quien
esperamos la tan ansiada revolución ética.
Para mí supone
una auténtica revolución que los chinos hayan comprado 8000 ejemplares de Finnegans Wake en un sólo mes, lo que
según sus esquemas la convierte en un best-seller.
Tengamos en cuenta que fue publicada en 1939 aunque escrita durante diecisiete
años. En España disponemos desde 1993 de la versión excelente de Víctor
Pozanco, (Lumen, Barcelona, 1993). Y allí podemos leer esta novela sin intentar
capturar el sentido, es decir sin entender absolutamente nada.
Pero es que
justamente de eso se trata de la lectura del sin-sentido. Leer sin comprender,
dejarse llevar por las letras, por la música, por el despliegue del neologismo.
Es el propio Joyce quien muestra en la novela cómo leer ese caleidoscopio: “concentrarse sólo en el sentido literal, o
incluso en el contenido psicológico de cualquier documento, con lamentable
desentendimiento de los hechos puestos circunstancialmente en un sobre es tan
lesivo para el cabal sentido (y, permítasenos añadir, para el más verdadero
gusto)”. De hecho un estudioso advirtió que el vocabulario de Finnegans Wake no
sólo eran neologismos sino que estaba registrado en los diccionarios en un
porcentaje cercano al 90%. Se trata pues de efectuar pequeñas distorsiones de
la lengua que permiten acercar lenguas distintas sin necesidad de dominar todos
los idiomas.
Toda
esta disciplina de leer una novela como Finnegans
Wake y no entender nada, es básica para entender al ser humano, sus
secretos y sus ficciones, sus engaños y sus laberintos. James Joyce ya advirtió
que su obra iba a ser estudiada quinientos años por los universitarios. De
hecho según enseña Lacan, el intento de escribir fue para Joyce balsámico a la
hora de fabricarse un nombre. El rigor –psicótico- de su escritura no le ha
impedido colocar a una novela, Ulises,
en la cumbre de la literatura universal, y ahora a Finnegans Wake camino del estrellato. Al menos en China, donde no
tienen tesoreros con papeles.
Animarse
a leer Finnegans Wake, dedicarle un
tiempo, leer el sin-sentido, puede ser una aventura del vecino ilustrado. Quizá
también una manera de adentrarse en el rigor exigente del escritor que necesita
escribir para sostenerse cuerdo. Como el gran público necesita salir de la
inmundicia de los papeles de los tesoreros que en el mundo han sido.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 7 de febrero de 2013
1 comentario:
Estoy de acuerdo, el dejarse llevar por el deseo, por el fluir del río, sin esperar un sentido, yo leí a Nietzsche a los quince años con dolor y placer, con goce, pero sin entender ni comprender prácticamente nada, fue años más tarde, que al igual que hoy escucho música por el mero hecho de bañarme y sentir el agua fresca de ese río, cuando empecé a recordar dichos, palabras, hechos del filósofo y de mis padres, hermanos y amigos, y fuera del sentido utilitarista del hecho me fui dando cuenta de la maravilla que supone la consciencia, tanto de los fríos como de los calientes, la conciencia en mayúsculas. Vivir.
Vicent Adsuara i Rollan
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