Nada más inseguro que el amor. Y
nada más doloroso cuando se acaba. Pero la constatación de que las historias de
amor tienen un final no parece ser suficiente argumento. En nuestra época, tan
proclive a no aceptar que las cosas se acaban, arroja como resultado el que
muchos creen oportuno quejarse de que su relación amorosa se ha terminado. Y
creen que tiene arreglo.
Pero no hay modo alguno de cerrar la
herida del amor porque va junto a la herida de la vida, es paralela al dolor de
existir. Se busca amor para hacer un poco más llevadero el existir, para ver
las cosas de otro modo, para estar más fuertes frente a los sobresaltos, en
fin, sin amor todo es un poco más gris, se sabe esto. Y cuando falta, después
de haber bebido de sus fuentes, entonces aqueja un dolor que para bastantes
personas de nuestra época se torna imposible.
Justo entonces se produce ahí
-cuando una pareja nos abandona sin palabras, o lo que es peor cuando encima nos
lo explica-, un momento crucial de la vida de mucha gente. O se usa para
hacerse las buenas preguntas, en cuyo caso todo tiene buena pinta. O se buscan
remedios para el mal de amores, en cuyo caso la picia se hace crónica. Los
tumbos son aquí una constante.
Una posible salida del amor desde
luego es el odio. Ese giro, del amor al odio, es muy fácil de dar puesto que
uno es reverso del otro. Y ese odio recocido a fuego lento que forja parejas
indestructibles para toda la vida conduce a una seguridad que no aporta el
amor. Lo que sabemos es que las parejas unidas por el amor son muy inestables,
y que prefieren la certeza, la seguridad que otorga el odio, el control, la
posesividad, el reproche.
Lo que es llamativo en nuestro
tiempo es que ese sufrimiento por el amor que se acaba no se lleve en silencio.
Que sea necesario proclamarlo a los cuatro vientos, y hacer entrar nuevos
agentes en el asunto de los amores que se terminan. Y así, ahora, una cohorte
de agentes opinan alegremente, aconsejan al que sufre de amores. Y todos dan
estupendos consejos amorosos, y ofrecen soluciones mágicas y respuestas
definitivas. Pero en este terreno tan resbaladizo quizá nos convenga ser
prudentes.
Y no meternos donde no nos llaman.
Porque no hay nada más inseguro que el
amor. Ni más doloroso cuando se pierde.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 14 de febrero de 2013.
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