Tener garantizado
el amor da muchos problemas. Uno de ellos se observa en la actualidad en esa
fórmula del amor incondicionado de los padres por sus hijos, pase lo que pase,
hagan lo que hagan, en todo momento y todos los minutos. Ese tipo de amor tan
de nuestra época está dando auténticos quebraderos de cabeza. De hecho está
produciendo adolescentes y jóvenes con fuertes dosis de narcisismo. Esos
subidones de orgullo generalizado pondrán contentos a los entusiastas de la
bobada de la autoestima, pero estos egos tan subidos no anuncian nada
bueno.
No tener que
ganarse desde la más tierna infancia el amor de los adultos más próximos, da
como resultado un modo de conducirse en la vida muy peculiar. Por ejemplo, está
de moda la especie de que el otro del amor, el semejante que ama, el
partenaire, está obligado a dar, a explicar, a consentir, a entender, incluso
debe amar si es amado, o aún peor, debe amar si así ha sido pactado en un
contrato hablado o firmado. El amor hay que merecerlo.
Cuando las
prácticas educativas actuales están tan empapadas de la idea del conductismo
imperante de que las conductas se cambian por medio de premios y castigos,
desconociendo que el auténtico resorte es el amor y su retirada, cuando se
desconoce ese poder del amor, se edifica un sistema educativo donde el
vocabulario se llena de premio, nota positiva, reglamento, expulsión, tiempo
afuera, puntos, contrato, negociación, habilidades…y el fracaso está servido,
como todo el mundo puede constatar. El mejor educador no es quien maneja mejor
ese arsenal conductista, sino quien sabe avergonzar. Y quien se hace amar.
No hace falta
recurrir a Stendhal o a otros grandes teóricos del amor para leer que el amor tiene
fecha de caducidad. Se ve cada día. Destituimos y nos destituyen,
subjetivamente, claro.
El amor puede retirarse.
No es sin condiciones.
Porque lo que más puede desear un padre no es que su hijo se quede a adorarlo, sino que salga al mundo y no traicione las vías de su deseo, que no se traicione. Que saque adelante su afán.
Publicado en DIARIO PALENTINO el 8 de noviembre de 2012.
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